Picasso y los maestros


Dos cuadros de Picasso expuestos en el Grand Palais de Parí­s. El de la derecha lleva por nombre

Pese a ser el autor de la más radical de las revoluciones pictóricas, Pablo Ruiz Picasso se inspiró a lo largo de toda su vida de los grandes pintores de otros siglos, estableciendo con ellos un diálogo permanente: La exposición «Picasso y los maestros» en Parí­s muestra esa relación fascinante.


Un visitante observa la pintura de Van Gogh, titulada

La muestra, que fue inaugurada hoy en el Grand Palais, «tiene un carácter casi milagroso», dada la dificultad de reunir las obras que la componen, señaló Anne Baldasari, directora del museo Picasso de Parí­s y comisaria de la exposición, al presentar la misma a la prensa.

En efecto, la muestra reúne más de 200 cuadros del Greco, Velázquez, Goya, Ribera, Zurbarán, Tiziano, Rembrandt, Van Gogh, Delacroix, Manet, Cézanne, entre muchos otros artistas, y de Picasso, por supuesto, procedentes de colecciones privadas y de museos franceses e internacionales, entre estos el Prado de Madrid y el Museo Picasso de Barcelona.

«Una concentración inédita de obras maestras», en palabras de Thomas Grenon, administrador general de la Reunión de Museos Nacionales de Francia, que organiza la exposición.

El recorrido es a la vez temático y cronológico, pero estos dos criterios son supeditados a un solo hilo conductor: la mirada y la pintura de Picasso.

En las salas sucesivas («Yo Picasso» «Modelos», «Colores», «Variaciones», «Desnudos») las obras de Picasso muestran la relectura de los grandes maestros que hizo a lo largo de toda su vida, desde los primeros dibujos al carbón académicos del joven de 13 años que firmaba todaví­a P.Ruiz, a cuando «se ve ya al gran pintor que va a ser», según Baldassari.

Sus retratos, colgados junto a otros de Goya, Velázquez, el Greco, Cézanne au Gauguin, recrean éstos.

A lo largo de las salas su «Muchacho conduciendo un caballo» hace eco al «San Martí­n y el mendigo» del Greco, su «Hombre con guitarra» al «San Francisco en su tumba» de Zurbarán, «El peinado» a la tela del mismo tí­tulo de Renoir. Más allá, «Tres mujeres en la fuente de Picasso» se confronta con «Eliezer y Rebeca según Poussin» de Ingres y el ví­nculo entre pintores se prolonga: Picasso dialoga con Ingres que dialoga con Poussin.

Picasso se inspira de la estructura espacial del «Sueño de Felipe II» del Greco –cuadro «protocubista», dice Baldassari–, transforma con humor en «La meona» la tela «Mujer bañándose en un rí­o» de Rembrandt, y los mendigos de Murillo y Velázquez inspiran su «El bobo».

En cada cuadro puede verse la manera como mira a los maestros para elaborar una obra que tiene en cuenta a la vez la sustancia y la forma.

Velázquez es una referencia esencial. Junto al «Retrato del enano Sebastián de Mora» del maestro sevillano, se exponen tres telas de Picasso que lo recrean.

Una sala especial es dedicada a «Las Meninas» (joya de El Prado que no vino a esta exposición), junto a las variaciones que Picasso hizo de ellas, en grises o con un estallido de colores. «Picasso se inscribe en el cuadro de Velázquez en contraluz», señala Baldassari.

En la misma sala, pueden verse una junta otra también las telas «La infanta Marí­a Margarita» de los dos artistas.

En la última sala, la exposición reúne varios de los más bellos desnudos de la historia del arte: «La maja desnuda» de Goya, la «Olimpia» de Manet, la «Venus con el amor y la música» de Tiziano y una «Odalisca» de Ingres deslumbran junto a los desnudos de Picasso.

«Nadie vio nunca antes la «Maja» y «Olympia» juntas. Tampoco Picasso», recalca Baldassari.

Paralelamente a la muestra principal en el Grand Palais, dos salas dedicadas a Picasso-Delacroix y Picasso-Manet respectivamente pueden verse en el Museo del Louvre y el Museo de Orsay.

El objetivo de la exposición no es mostrar tal o tal influencia. «Picasso es quizá el único pintor que porta en si a todos los otros grandes pintores de todas las épocas. Picasso vive en la pintura, lleva en sí­ a Velázquez, al Greco, a Goya y a tantos otros», agrega Baldassari.

«Picasso cambió el mundo, nos restituyó toda la pintura» y es «esa cofradí­a de maestros que en su época quisieron revolucionar la pintura quienes acompañan a Picasso, lo alientan», agrega.

«Pero no quisimos un conjunto aplastante de obras. La exposición está organizada como un teatro del que los cuadros son los actores, y en el cual cada espectador puede construir su propia muestra», concluyó.

PRESUPUESTO


La exposición «Picasso y los maestros», que fue inaugurada hoy en Parí­s, es excepcional no sólo artí­sticamente, puesto que las obras expuestas se evalúan en miles de millones de euros y su presupuesto de seguros es el mayor alcanzado nunca en Francia para este tipo de eventos.

El costo de la prima de seguro, de 790 mil euros, representa por sí­ sólo una quinta parte del presupuesto de la exposición (4,5 millones de euros). Y ese precio fue reducido gracias a la garantí­a del Estado francés por los daños que no excedan los 100 millones de euros.

Ese alto precio se explica por el carácter excepcional de la exposición, que reúne durante cuatro meses en Parí­s 210 obras venidas del mundo entero y realizada por los mayores pintores de los siglos XVI a XX: Además de Picasso, El Greco, Delacroix, Cézanne, Goya, Rembrandt, Manet, Velázquez, Ingres, Degas, Van Gogh…

El valor de los cuadros asegurados «representa miles de millones de euros», indicó Marion Mangon, alta funcionaria de la Reunión de Museos Nacionales de Francia (RMN), que se negó a dar cifras precisas.

La obra más cara cuesta cerca de cien millones de euros, y el conjunto de los cuadros expuestos podrí­a alcanzar 2 mil millones de euros, estimaron fuentes del sector de seguros.

«Es colosal», señala Stéphane Oury, encargado de «riesgos especiales» de la compañí­a Hiscox. La firma británica aseguró la exposición de Jeff Koons realizada en el palacio de Versalles, cuyas obras son evaluadas en 300 millones de euros, «lo que es ya un presupuesto muy alto», dice Oury.

Para asegurar la exposición «Picasso y los maestros», se recurrió a la compañí­a francesa Axa, la única en Francia con capacidad para cubrir tal acontecimiento.

Las obras pertenecientes a los museos nacionales franceses (un tercio) no son asegurados por esa firma, dado que el Estado es su propio asegurador, de manera que la prima de seguro citada sólo cubre las obras procedentes de museos extranjeros, de museos franceses no pertenecientes al Estado y de colecciones privadas.

«Se trata de una garantí­a de clavo a clavo», explicó Marc Rome de Axa Art.

Es decir que los cuadros están asegurados desde el momento que son descolgados de su lugar habitual de conservación, hasta el momento en que regresan al mismo. Y el seguro es a todo riesgo: incendio, explosión, inundación, robo e incluso terrorismo o guerra.

La evaluación del precio de la obra, necesaria al cálculo de la prima de seguro, es realizada por el prestador.

Por ejemplo, fue el Museo del Prado de Madrid quien decidió el precio de «La Maja desnuda». Para hacer posible su traslado a la exposición, el museo madrileño fijó un precio «muy alto, pero no loco», dijo Mangon.

«Esa obra no tiene precio. Podrí­an haber fijado uno tres veces más alto, y nadie se habrí­a sorprendido», agregó.