Investigación sobre la dignidad de las plantas merece premio


¿Quiere ganarse un

Las pulgas de los perros que saltan más lejos que las de los gatos, una ameba capaz de resolver un laberinto o una ley sobre la dignidad de las plantas: los delirantes premios «Anti-Nobel» 2008 fueron anunciados ayer en la Universidad Harvard en Boston, Massachusetts.


Como ya es tradición en Harvard, la ceremonia de entrega de premios incluyó bromas, una «ópera» y aviones de papel planeando sobre el escenario, donde los galardonados recibieron la recompensa por sus insólitas investigaciones.

Los «IG Nobel» de este año recompensaron en el rubro Biologí­a, el trabajo de los franceses Marie-Christine Cadiergues, Christel Joubert y Michel Franc, de la escuela veterinaria de Toulouse (sur de Francia).

Su «estudio comparativo entre el desempeño en el salto de la pulga del perro y la pulga del gato», demuestra previsiblemente que las de los canes saltan más alto.

El «antinobel» de la Paz fue para el Comité ético federal suizo para la biotecnologí­a no-humana, por «haber adoptado el principio legal de que las plantas tienen dignidad».

Los brasileños Astolfo Mello y José Carlos Marcelino, de la Universidad de Sao Paulo, ganaron en la categorí­a Arqueologí­a con sus investigaciones sobre el impacto de los armadillos sobre las excavaciones arqueológicas.

En el apartado Medicina, Harvard premió a Dan Ariely, de la Universidad Duke (Carolina del Norte), quien confirmando la sospecha de algunos psicoanalistas descubrió «que un falso remedio caro es más eficaz que uno barato».

Cinco investigadores japoneses y un húngaro midieron la capacidad de una ameba para «resolver un laberinto» y ello les valió un «antinobel» en Ciencias del Conocimiento.

Más o menos graciosos, los IG Nobel, reiterados desde hace 18 años en la prestigiosa universidad del noreste de Estados Unidos, aspiran no solo a hacer reí­r sino también a «hacer pensar».

La edición 2008 incluyó galardones de gusto variado. Geoffrey Miller, Josha Tybur y Brent Jordan, de la Universidad de Nuevo México, estudiaron por ejemplo el impacto del ciclo de ovulación de una bailarina topless sobre las propinas que recibe. Y ganaron el premio de Economí­a.

El de Quí­mica fue curiosamente para dos teorí­as contradictorias sobre un mismo tema. Sharee Umpierre de la Universidad de Puerto Rico y Joseph Hill, de Harvard, fueron recompensados por demostrar que «la Coca Cola es un espermicida eficaz».

Sin embargo, Chuang-Ye Hong, de la Escuela de Medicina de Taipei y otros investigadores de Taiwán recibieron la misma recompensa por demostrar exactamente lo contrario.

El galardón en el rubro Nutrición fue para Massimiliano Zampini, de la Universidad de Trento (Italia) y Charles Spence de Oxford (Gran Bretaña), «por haber modificado electrónicamente el ruido de una papa frita para hacer pensar a quien la come que es más crocante y fresca de lo que parece».

Los «antinobel» fueron entregados por dos verdaderos Premios Nobel, William Lipscomb (Quí­mica, 1976) y Frank Wilczec (Fí­sica 2004), en la jocosa ceremonia donde el motivo recurrente de muchas de las bromas fue «la redundancia».

Como parte del espectáculo, la ópera «Redundancia, otra vez» contó la historia de dos empresarios que echan a cada miembro de su personal cuyo trabajo se superpone al de otro empleado.

La divertida gala concluyó como es habitual con las palabras del organizador, Marc Abrahams, que deseó «mejor suerte» para el año que viene a los investigadores que se fueron con las manos vací­as, y en especial a los que sí­ ganaron uno de los premios «IG Nobel».