Todos cometemos errores y muchos cometemos muchos errores. Mi estimado Julio González Gamarra, presidente del llamado Parlacen cometió uno al referirse a que las instalaciones de la Escuela Equina Militar de equitación en donde hay 90 caballos que ayudan a niños y jóvenes con alguna discapacidad iban a servir para construir el edificio de esa institución, «justificándolo» con una lapidaria frase: «Cambiamos 120 diputados por 90 caballos».
¡Para qué quiso más Julito! Pocas veces había observado tantas cartas a los medios de comunicación de personas que prefieren, como dijo una persona, a «un solo caballo que 120 diputados que no hacen nada, más los otros que están en el Congreso, robándonos».
Todas las misivas que leí defendían a los caballos y repudiaban a los diputados (la mayoría lo decía en términos generales) e incluso uno lanzó el reto de que se hiciera una encuesta sobre la preferencia entre los equinos cuadrúpedos y los «homo sapiens» legislativos. Dicha encuesta, estoy seguro, sería favorable para los nobles animales llamados irracionales, es decir, para que se entienda bien, los caballos.
La verdad es que, lamentablemente, como ex diputado, lamento que, con escasas excepciones, el recinto legislativo y sus ocupantes han sido criticados fuertemente y puestos en la picota pública y sobre todo en esta recién inaugurada legislatura en donde se desaparecieron (por no decir huevearon) 82 millones de quetzales, hasta la doña que no quiere devolver el pisto que recibió del Congreso para un viaje a Corea, cuando todos sus gastos eran total y completamente pagados.
Hace algunos días tímidamente algunos empezaban a hablar de «otra depuración», la cual, en las actuales circunstancias sería muy difícil, por cuanto que no se dan los mismos presupuestos de la de 1993 donde a raíz del autogolpe serranista muchos querían «sacar a patadas» del Congreso a los entonces diputados con lo cual se hubiera caído exactamente en la misma ilegalidad e inconstitucionalidad que realizó Serrano por lo que hubo que «negociar» la salida con reformas constitucionales que yo sigo creyendo que fueron buenas.
El problema básico estriba en que el actual Congreso no pareciera darse cuenta de que una de sus principales tareas es levantar la imagen de ese organismo, lo cual sería una labor que sería el primero en apoyar y aplaudir, siempre que fuera respaldada con acciones concretas, pero parece que vamos caminando como el cangrejo. Aparte, por supuesto del repudio generalizado que provoca el Parlacen por múltiples razones que sería largo enumerar.
De todas formas, la defensa casi unánime de los caballos frente a los diputados y para que no se sientan tan mal estos últimos, les cuento que el caballo tardó 50 millones de años en desarrollarse (antes era del tamaño de un perro); el hombre, utilizando la fuerza del caballo, desde la Edad de Piedra, pudo utilizar su fuerza y velocidad para ir a lugares distantes; los españoles los utilizaron en la conquista, al igual que los árabes y mongoles; en la mitología está el caballo alado Pegaso; los griegos lograron tomar Troya, introduciéndose en un caballo de madera; Alejandro Magno tenía un caballo llamado Bucéfalo y cuando éste murió, Alejandro, en el 326 DC, edificó una ciudad a la que puso el nombre del corcel; Napoleón tenía un caballo llamado Morengo y así bautizó una aldea de Italia. Como ven el caballo, no es un caballo, sino un trabajador, un animal elegante y un guerrero.
Entonces, usted que opina ¿diputados o caballos?…