POR UN EXCELENTE TRABAJO, AUMENTO DE A DIEZ Y NO DE A CINCO


¿Hay acaso un solo diputado que se atreva a decir que no se ha dado cuenta del repudio que el pueblo siente en contra de ellos?

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Cuando un reconocido malhechor hace uso de un recurso de amparo y así­ evade la cárcel y sigue por ahí­ suelto, el pueblo se da cuenta cabal de la deficientí­sima justicia que nos gobierna. Es entonces que al desesperado pueblo no le queda otra sino proceder al linchamiento.

El Congreso ejemplifica ahora mismo ese tipo de actuación torcida y chueca que todo el pueblo rechaza indignado. Es más ¿Qué piensan ustedes benevolentes lectores de que, en medio de esa vergonzosa carencia de honradez todaví­a algunos piden aumento de sueldo? ¡!ah¡¡ y salen fotografiados luciendo amplia sonrisa. ¿Qué calificativo se merece ese descaro? Después se arrepintieron porque solo habí­an pedido 5 mil cuando se merecen 10 mil.

Creo que cuando un estudiante le pregunte al maestro la definición de «descaro», o de desfachatez, éste tendrá a mano un paradigmático ejemplo y le dirá,: es eso que ahora mismo demuestran los diputados al Congreso.

Teniendo ellos en sus manos la redacción de las leyes es una utopí­a esperar que la iniciativa para depurar el Congreso surja de ellos. Esperar que los malos renuncien a su curul, a su sueldo y sus prebendas, es todaví­a más ilusorio.

¿Será que la iniciativa la podrí­an tomar aquellos que en años pasados fueron diputados? Y aquí­ no me refiero a los depurables y depurados ejemplificados por los de la época de Serrano, no. Me refiero a aquellos buenos que ahora mismo se atreverí­an a hacer uso de su honrada trayectoria para que firmaran un documento haciendo un llamamiento a los actuales compañeros para que renuncien a sus curules y así­ se disuelva el actual Congreso, y que se elija uno nuevo de a sólo 80, así­ como lo sugirió el Lic. Fuentes Destarac.

A la parentela de los actuales diputados, un llamado para que sientan la vergí¼enza por ser parientes. ¿Habrá por allí­ algún buen hijo que se acerque a su padre y le diga: «papá, yo creo que deberí­as de renunciar»?

Soluciones van quedando pocas. Algunas de ellas irracionales y vergonzosas como un chafatorezco golpe de Estado y cuyo solo recuerdo provoca honda tristeza y categórico rechazo.

¿Y hacer uso al derecho de rebelión que garantiza la Constitución? Pero nuevamente, ¿no es eso algo cuya aplicabilidad estarí­a en manos de los actuales diputados? Estamos fritos.

Al encontrarse carentes de soluciones para lograr la disolución del Congreso, viene nuevamente a la mente acudir a los buenos dentro de los actuales congresistas. Yo creo que, aun cuando muy escasos, debe haber algunos pocos entre ellos que aun cuando, repito, sean escasí­simos, pudieran encabezar un movimiento que liberado por doña Nineth Montenegro cumpla con ese tan ansiado proyecto de disolver el actual Congreso.