Las noticias que ocupan la atención hoy día en los periódicos son, sin lugar a dudas, lo que ocurre en las finanzas mundiales. Y eso que en Guatemala, poco o nada, comprendemos de estos fenómenos, sea poco no nos concierne, o no nos interesa porque nada tenemos que ver. Pero, en conversaciones de salón y de peluquería, hasta el menos interesado en finanzas es ahora un conocedor del tema.
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Y está bien; lástima que sea hasta en estas desgracias que nos interesamos en temas tan apasionantes como la «aburrida» bolsa de valores. En lo que respecta a Guatemala, cabe decir que la crisis no debería impactar en gran medida. La banca seria del país es hasta ahora que empieza a despertar, pero que, en general, tenemos un sistema bancario muy tradicionalista, que no le gusta el riesgo, pese a las experiencias de mala inversión de Bancafé y las ilegalidades de Banco de Comercio.
La lección que debemos aprender debe estar dirigida, a mi criterio, en que los guatemaltecos debemos ser más flexibles con nuestras tendencias ideológicas. De un tiempo para acá se escuchan en el país argumentos descalificadores en contra de la izquierda o el pensamiento alternativo, tomando como fundamento el llamado «fin de la historia» de Fukuyama, es decir, la victoria rotunda y final del capitalismo sobre cualquier otro sistema político económico, incluido en contra del socialismo.
Cualquier oportunista, en estos tiempos de crisis financiera, se hubiera adelantado en declarar la «muerte del capitalismo» y proclamar la victoria del socialismo o algo por el estilo. Sin embargo, esto bloquearía la idea heggeliana de que la evolución de la humanidad no se detiene nunca y que constantemente estamos en desarrollo de mejorar (aunque no se note en nuestros países).
Quiero decir, pues, que en Guatemala el desarrollo intelectual e ideológico es muy estático, por no decir muy necio. De este fenómeno mundial, deberíamos obtener alguna enseñanza, ya que, si hasta Estados Unidos, baluarte del neoliberalismo, ha decidido intervenir empresas en favor del bien común, ¿quién nos dice que ése no es el camino?
A mí no me gustan los extremos, sino, como Aristóteles, prefiero los puntos medios; por ello, no estoy de acuerdo con el libre mercado ni con el intervencionismo fuerte de los Estados. En su lugar, creo que la fórmula debe ser flexible, sí y sólo si se favorece el bien común.
Y, aunque esta crisis no nos golpearía directamente (salvo el endurecimiento de nuestros créditos o la baja de las remesas, efectos indirectos), la flexibilidad y de que la historia no ha llegado a su fin, son las lecciones que nos deben quedar en nuestro anuario.
La mayoría de grupos de poder en Guatemala no son flexibles y son necios ante las propuestas que les implica dar un poco de sí mismos, como la modernización fiscal que se propone, a la cual, obviamente, se han opuesto, debido a que implica que desembolsen más dinero.