Proliferan los comentarios en la prensa norteamericana respecto al debate de la semana pasada entre los senadores John McCain y Barack Obama y la mayoría de ellos coincide en que no hubo un claro vencedor porque el candidato demócrata Barack Obama más parecía un postulante para profesor de alguna universidad que un candidato a la presidencia de su país. La mayoría de comentaristas expresa que era una oportunidad brillante para el joven aspirante para demostrar no sólo su conocimiento de la problemática mundial, sino para noquear a su adversario especialmente en el tema económico que ocupó buena parte del intercambio.
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Posiblemente la frase que más he leído estos días es que no hubo ningún momento estelar de ninguno de los candidatos que sirviera como para destacar a la hora del análisis. Para quienes tienen la función de redactar los titulares periodísticos tiene que haber sido difícil encontrar alguna frase, alguna expresión, que les diera los elementos para realizar su tarea y por ello es que en buena parte de la prensa se mostró esa sensación de que no hubo claro vencedor.
Pero me llama la atención cómo es que la prensa que generalmente está pidiendo a los políticos campañas de altura y civilizadas, se muestra tan ávida de elementos que evidencien la capacidad de los candidatos para atacar al contendiente y hasta se queja porque en el último debate no hubo sangre, metafóricamente hablando.
Puede ser que en las actuales condiciones la gente esté empezando a dar signos de desesperación por el descalabro de la situación en Estados Unidos que no se limita únicamente al plano económico porque, como lo entiende cualquiera, un imperio que sufre una crisis económica de la envergadura de la que hoy se vive en Norteamérica puede ver muy comprometido su poderío político mundial. Y uno nota, en las conversaciones con la gente y aun con los que son seguidores de McCain, que hay un sentimiento de profunda preocupación por el futuro y un sentimiento de crítica muy severa hacia el presidente Bush y los errores de su administración que a la mayoría le parecen totalmente imperdonables.
Y en esas condiciones, cuando el partido en el poder se encuentra totalmente a la defensiva, al punto de que el mismo candidato a la presidencia lanza críticas contundentes a la administración, es que muchos encuentran incomprensible que los adversarios no puedan sacar ventaja y hablen ya de que si Obama no cambia de estilo y de tono, al final de cuentas el cuatro de noviembre puede conseguir espacio en algún pie de página de los libros de historia por haber sido el primer candidato negro, pero no obtener el premio mayor que es el derecho a ocupar la Casa Blanca.
En realidad me parece muy certera la crítica que cuestiona el tono excesivamente cuidadoso que mantuvo durante el debate sin llegar a confrontar de manera directa los señalamientos que le hacía McCain. Insinuó, más que decir con absoluta contundencia, que no puede haber una política exterior exitosa si primero no componen las cosas internamente en el plano económico. Tampoco dijo de manera rotunda que el poderío militar de Estados Unidos se ve mermado por el compromiso de la guerra absurda en Irak ni que McCain habla pajas cuando se refiere a la victoria en ese país donde ya no tienen adversario formal. La lista de lo que no dijo les parece a los periodistas en Estados Unidos más importante que la lista de lo que sí dijo.