En arca abierta…


La crisis económica en Estados Unidos, que obliga a un plan de salvamento de 700 mil millones de dólares, nos debe obligar a algunas reflexiones para aprender y tratar en la medida de lo posible, de evitar que aquí­ se puedan repetir casos como los que ya han afectado no sólo a miles de personas, sino al paí­s que ha tenido que gastar importantes sumas de dinero para devolver a los clientes de los bancos el dinero que usaron en su propio beneficio los dueños de las entidades financieras.


En efecto, el problema del sistema económico norteamericano es que durante los últimos ocho años se abandonaron todos los instrumentos de control y fiscalización. Alguien ha dicho que no es un problema de que los padres hayan salido a almorzar y que los pequeños aprovecharan para hacer relajo. Simplemente ocurrió que en este caso los reguladores se fueron de vacaciones pagadas con dinero de las entidades reguladas, almorzaron y cenaron con ese recurso y pagaron todas sus cuentas. En otras palabras, el regulador se dejó sobornar para hacerse de la vista gorda y la consecuencia es que ahora todos los ciudadanos tienen que pagar los platos rotos.

Pues en Guatemala hemos sido engañados durante mucho tiempo por quienes dicen que el mercado no necesita regulaciones y que es tan perfecto como para hacer sus propios ajustes de manera que la mano invisible de la oferta y la demanda corrija cualquier anomalí­a. Eso no ocurre en ningún lugar del mundo y cabalmente por las notables imperfecciones del mercado, derivadas de la manipulación de sus reglas, el mundo civilizado aplica medidas de control que persiguen evitar los abusos. La falta de controles hizo que la economí­a norteamericana explotara en una burbuja de corrupción y latrocinio que está afectando a todo el mundo.

Y si eso pasa en ese paí­s, donde mal que bien el consumidor tiene más peso e importancia y donde hay buena parte de la prensa que vela por los intereses de la población y no de los sectores de poder económico, cuánto más en paí­ses donde el desequilibrio económico y social es apabullante, al punto de que la población literalmente es una mayorí­a sin voz, silenciada más que silenciosa.

Por ello es que consideramos importante, para preservar la libertad de mercado, entender que más daño hacen los abusos y la falta de control que una regulación eficaz. Si siguen abusando del consumidor, tarde o temprano vendrá la oleada clamando por una más firme y permanente intervención del Estado para subsanar las fallas causadas por los excesos de voracidad de los agentes económicos.