El gran apagón que afectó el sábado pasado a diez países europeos no sólo mostró las debilidades energéticas de la Unión Europea, sino que también vuelve a plantear el debate sobre una mayor integración y, especialmente, sobre el papel de la energía nuclear.
El apagón, causado por una falla del suministro eléctrico en Alemania, no tuvo en la práctica consecuencias terribles, pese a afectar a diez millones de europeos, porque duró media hora, se produjo por la noche y en un día no laborable.
Sin embargo, el aislamiento que afectó a varias zonas de Europa (entre ellas la península ibérica) puso de manifiesto el problema de las interconexiones eléctricas y la desventaja de no disponer de autosuficiencia en ese sector.
En cuestiones de producción de electricidad, gran parte de esta autosuficiencia pasa por la utilización de centrales nucleares.
Según cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE), los 443 reactores que funcionan actualmente en 31 países producen el 15% de la electricidad mundial, unos 368 gigavatios en 2005.
Como ejemplo de utilización de energía nuclear siempre se cita a Francia, que obtiene así el 80% de su electricidad.
Otro país europeo que recurre a la energía nuclear es Gran Bretaña, que cuenta con 31 reactores repartidos en 14 centrales, encargadas de producir el 19% de la electricidad que consumen los británicos.
España, de su lado, cuenta con seis centrales que produjeron en 2005 el 20% de la electricidad utilizada en el país, según datos del Foro de la Industria Nuclear española.
Aunque varios países europeos no dudan en recurrir a la energía nuclear, una alternativa a los hidrocarburos caros y a las emisiones de gases de efecto invernadero, el tema sigue siendo un «tabú» dentro de la UE, pese a que cada vez se levanten más voces para que el bloque debata seriamente esa cuestión.
«No podemos escondernos de este tema. Un debate sobre la energía nuclear no debe ser un tabú», dijo el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en un discurso en Lisboa la semana pasada.
Días antes, el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana, había defendido en Madrid el uso de la energía nuclear como alternativa para el futuro y modo de reducir la gran y creciente dependencia externa que tiene Europea en materia de gas y petróleo, principalmente de Rusia.
En términos similares se había pronunciado el ex presidente del gobierno español, el socialista Felipe González, al defender la energía nuclear como una «opción que va a crecer exponencialmente».
Para algunas naciones de Europa, los principales problemas de la energía nuclear son la seguridad de las centrales, por un lado, y el destino de los desechos radiactivos, por otro.
El mayor temor está vinculado con el envejecimiento de las centrales construidas en los años 60 y 70, que deberán ser renovadas en los próximos años para evitar peligros de accidente.
Pese a que para muchos las plantas atómicas traen a la memoria el recuerdo de la tragedia de Chernobyl (Ucrania) en la década del 90, la AIE aseguró el martes pasado en su informe anual «World Energy Outlook» que la energía nuclear ya ha demostrado ser limpia y fiable.
Y países como Francia y Gran Bretaña ya comenzaron a trabajar activamente en la renovación de su parque nuclear, por ejemplo creando en junio pasado un foro bilateral en el que estarán representados los gobiernos, la industria y los expertos con el fin de reforzar la cooperación en el área.
Por ello, en países como Alemania, por ejemplo, que había decidido cerrar sus plantas, se ha reabierto el debate sobre el futuro de esta energía con la llegada al poder de la conservadora Angela Merkel.
En cuanto al otro gran tema, el de las interconexiones, la Comisión Europea, que impulsa desde hace años una apertura del mercado de la electricidad, acompañada de un mínimo de reglas comunes, pidió nuevamente esta semana una mayor cooperación para evitar apagones gigantescos.
La Comisión tiene previsto proponer en enero próximo nuevas medidas para reforzar la seguridad de los sistemas europeos de transmisión de electricidad.
Entre esas medidas está la creación de un grupo europeo de operadores que podría imponer normas técnicas a todos los Estados miembros para garantizar una buena circulación de la electricidad en las redes de la UE.