Las actitudes de Norteamérica no convergen con su código de honor


La juventud se caracteriza por tantas cosas, entre ellas la poca importancia que se les da a los acontecimientos polí­ticos mundiales y nacionales.

Rosana Montoya / A-1 397908
rosana.montoya@yahoo.com

 


Pero… cuando las décadas se nos juntan, con las canas, nos damos cuenta que el tiempo empieza a hacer mella en nuestro cuerpo, sin que las cosas importantes en la polí­tica nacional y extranjera hayan variado.  Hoy me quiero referir en especí­fico a las fotografí­as de ex-Presidentes norteamericanos que dieron un rumbo diferente a la paz mundial.  Ciertamente formaron un cúmulo de acontecimientos, aún sin resolver, eventos que marcaron época de cambios en el mundo entero.  El asesinato del expresidente John Fitzgerald Kennedy. ¿Quién que tenga o haya tenido 50 años o más, no recuerda el videoclip del crimen del ex-Presidente de los Estados Unidos de América, en Dallas, Texas, durante la visita realizada a ese Estado? Todaví­a veo los cientos de documentales trasmisibles en blanco y negro que inundaron las televisiones del mundo, en el triste momento en que fue acribillado por rifles de largo alcance, calibre prohibido, con mira telescópica, desde diferentes ángulos, dando todos en el blanco, que esta vez fue el cráneo del ex-Presidente.  Minutos después de la muerte certificada, cuando todaví­a el mundo no terminaba de analizar el evento, un avión salí­a de Washington con destino a Dallas, con el Vicepresidente a bordo, con la única intención de hacerse juramentar como el nuevo Presidente de Estados Unidos de América. Existe una  fotografí­a de la desaparecida revista Life, que captó el momento en que Lyndon  Johnson sonreí­a, volteando su mirada hacia el cómplice, que se encontraba a centí­metros atrás de él. Satisfecho, este amigo asintió con un guiño de ojo al recién ascendido Presidente de los Estados Unidos de América, Lyndon B. Johnson, quien ufano sostení­a entre sus manos el documento que lo avalaba como el nuevo mandatario. La viuda, todaví­a ensangrentada con los sesos licuados de su exmarido, adheridos en su traje rosa, trataba de guardar la compostura, ante los macabros eventos del dí­a.  Pues la sorpresa fue que pocos meses después inició la guerra contra Vietnam, y la maquinaria de guerra empezó a dejar dividendos, que enriquecieron aún más a la nación más poderosa del orbe, en aquel entonces.  Sin querer, puedo deducir, porque mis años me lo permiten, que el Presidente Kennedy no estaba de acuerdo con iniciar la guerra contra Vietnam y eso causó su muerte prematura.  Años después, durante la administración del Presidente Bush, hijo,  el mundo se verí­a sobrepasado por los acontecimientos de la mañana del 11 de septiembre, con la caí­da de las Torres Gemelas en Nueva York, que sorprendió: ¿Cómo cuatro aviones comerciales pusieron de rodillas al paí­s más fuerte del mundo  sin haber causado mayor número de bajas?  Digo en comparación con el estropicio.  Acto seguido, se dio inicio a la fabricación de armamento sofisticado y revolucionario, que dio luz verde a esta nueva industria en aras de la seguridad del paí­s más fuerte del mundo. Cuando los radares de las torres de control de todo el paí­s son sensibles, hasta al vuelo de un pajarito que ose atravesar sus pantallas (ese aleteo insignificante), es suficiente para que despeguen los aviones caza y de inmediato traigan al pajarito encadenado pie con jeta, directo a Guantánamo, a recibir riata hasta debajo de la lengua.