Los linchamientos, no es nada nuevo


Héctor Vargas, hhvargas@hotmail.com

Figúrese usted, que el tema de los linchamientos no es nada nuevo, según narra la historia, se cuenta que en 1780 un militar norteamericano de apellido Lynch, fue quien organizó a pobladores de la región de Virginia para que actuaran contra unos conspiradores. Acá en Guatemala, es más viejo que la maña de pedir fiado, gobiernos van y gobiernos vienen, y casi siempre se ha venido hablando de infinidad de desmadres que han ocurrido; pero, todo se debe a que la justicia no se aplica como tal y en virtud de lo mismo, gente endiablada con raí­ces de odio, resentimiento y amargura, toma justicia por mano propia y llegan al extremo de eliminar en cuestión de segundos a cualquier ser humano. Fí­jense ustedes, que a estas alturas, todo deberí­a de haber cambiado desde 1996 cuando se firmó los Acuerdos de Paz; sin embargo, parece que la mentada paz, sólo quedó plasmada en papel, la guerrilla aparentemente desapareció, pero surgieron en vez de ello, mareros, secuestradores, extorsionistas, sicarios, y en fin una retahí­la de parásitos antisociales que pareciera como que no hay manera de que las autoridades puedan lograr erradicarlos. Bueno, la mera verdad, es casi imposible, ya que en las mismas filas de las autoridades encargadas de la seguridad ciudadana, se encuentran infiltrados delincuentes uniformados, a tal grado que algunos comisarios de la PNC han sido plenamente identificados como jefes de grupos de malhechores. Los linchamientos se debe a la debilidad de la justicia, frente a la incapacidad de las entidades del Estado y sus flojas autoridades que no tienen valor para castigar a los criminales. La justicia guatemalteca, siempre he dicho que se caracteriza por ser ciega, sorda, muda y prostituta. Ciega, porque no ve justamente lo que sucede a nuestro alrededor; sorda, porque hace caso omiso al clamor popular; muda, porque no responde a las peticiones de la población; y prostituta, debido a que en algunos casos se vende al mejor postor. Guatemala, es un paí­s de salvajes, donde no solo se queman a humanos, sino también a propiedades privadas o estatales, tal es el caso de la quema de la subestación 71-81 de la PNC en Santa Marí­a, Nebaj, Quiché. La mera verdad, todo apunta a que elementos de la chontada, dejaron libres a un supuesto secuestrador, la cosa se puso tan trompuda que a raí­z del siniestro, y para colmo de males, se fugaron reos. Los integrantes de la turba estaban tan enfurecidos, que se daban un aire a chuchos bravos, pero, todo se debe sin temor a equivocarme a las vergonzosas fallas y tropiezos que hay en el sistema de justicia. Debemos de tener mucho cuidado, un lenguazo también puede ser peligroso, recuerde que el perro tiene muchos amigos, porque mueve más la cola que la lengua.