Es verdad; soy pobre, pero en mi alma tengo un cielo de paz que muchos millonarios ni siquiera se imaginan que existe.
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Carezco de riquezas materiales, mas poseo un tesoro de valor incalculable: la libertad, don bendito que sólo disfrutamos los que hemos dejado de tener vicios y ambiciones desmedidas.
Vivo en la escasez; sin embargo, cuento con la satisfacción que el trabajo honrado produce en quienes así nos ganamos el pan diario.
Mis bienes son pocos, pero soy dueño de una alegría muy grande, obtenida gracias a la sencillez, al amor familiar y a la práctica de las virtudes.
Sí; mis necesidades son muchas; no obstante eso, en mi mesa siempre hay alimento, en mi corazón, felicidad, y en mi interior, una inmensa gratitud a Dios, porque a pesar de mi pobreza, ¡soy muy rico!