Uno entiende que las petroleras, en su afán por mantener sus ganancias, siempre encuentran cómo babosearse a la gente haciendo que los precios de los combustibles suban automáticamente en cuanto se anuncia un incremento de precio del crudo en el mercado mundial y tardándose eternidades para reflejar mínimas rebajas cuando la tendencia es a la baja. Pero que el Ministro de Energía y Minas de un país como Guatemala asuma el papel de agarrar o pretender agarrar de babosos a los ciudadanos de su propia nación es inaudito y, más que eso, totalmente inaceptable.
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Porque si lo que dijo ayer Carlos Meany en el Congreso fuera cierto, en el sentido de que toma más de treinta días para que se refleje en los precios del combustible la baja en el mercado mundial, tomando en cuenta que se habla de mercado de futuros, qué jodidos hizo él o su ministerio para obligar a las petroleras a que postergaran los aumentos hasta que pasaran esos treinta días cuando la tendencia era al alza. La expresión puede sonar dura, pero es que no puede uno andar con contemplaciones cuando un ministro de Estado asume el papel de vernos la cara de idiotas a todos los ciudadanos y pretenden que nos traguemos sus patrañas.
Otra cosa hubiera sido si Meany llega al Congreso y dice la verdad: Que el Estado no tiene medios para impedir los abusos de las petroleras porque la ley faculta a éstas a que se columpien y hagan lo que les chinga la gana en perjuicio de los consumidores. Y hasta podría decir que lo mismo ocurre en todos los países que renunciaron a establecer mecanismos de control y regulación para evitar abusos. Hubiera dicho a los diputados, incluyendo a los Patriotas cuyo líder fue entonces poder tras el trono, que el problema viene de cuando el «buenazo» de Ramiro de León Carpio decidió liberar el mercado de los combustibles en el país sobre la paja, que ahora se evidencia como absolutamente falsa, de que el precio justo llegaría por obra y gracia del mercado, de las leyes de la oferta y la demanda.
Pero en vez de eso, decidió hablar pajas y nos quiso agarrar de mulas diciendo que por efectos del último huracán todavía nos vendrán guamazos más fuertes. No dijo que en el paraíso del libre mercado, Estados Unidos, el Gobierno reaccionó ante la especulación y cuando los expendedores subieron el precio del combustible porque el mismo estaba agotándose rápidamente en los expendios, intervinieron para sancionar a los que estaban abusando de la gente. No dijo que la escalada no duró ni 24 horas porque allá, con todo y lo que se respeta al mercado, se entiende que hay especuladores hijos de su madre que aprovechan hasta de la miseria y necesidad humana para hartarse de pisto y los sancionan, cosa que aquí no pueden hacer por falta de leyes y por falta de faroles para actuar en defensa de la población.
La verdad indigna ver que un ministro de Estado se convierta en portavoz de los especuladores del petróleo en contra de su pueblo. Yo, por lo menos, no me trago las babosadas que fue a decir Meany al Congreso porque sé que no son ciertas y estoy convencido que en el despacho que él ocupa desde hace mucho tiempo circulan dobletes para que se hagan de la vista gorda. Ojalá los diputados entiendan que la Ley de Hidrocarburos de la era de huevos tibios es una babosada que urge reformar.