Khalil Gibran, 125 años


La arena y el mar siempre fueron motivos de insipiración para el poeta libanés Gibran Khalil Gibran, los cuales inmortalizó en su poema

Lí­bano celebra este año el 125º aniversario del nacimiento de Gibran Khalil Gibran (1883-1931), el poeta y pensador libanés más conocido en el mundo, cuya obra «El profeta» continúa fascinando a los lectores por su humanismo.


Gibran Khalil Gibran fue un poeta libanés, aunque residió en Boston y escribió su obra en inglés.

Gibran «representa el aspecto más luminoso (de este paí­s) en el mundo», declaró el poeta libanés Henri Zgheib.

El poeta, novelista y pintor Gibran nació en una familia pobre de la aldea cristiana de Becharré, en la montaña libanesa, cerca de los ilustres cedros.

En Boston (Estados Unidos), a donde emigró con su madre, su medio hermano y sus dos hermanas, dejando atrás un padre despreocupado, se hizo célebre después de la publicación en 1923 del «Profeta», un poema en prosa en inglés, reeditado desde entonces en millones de ejemplares y traducido a decenas de idiomas.

Esta antologí­a de aforismos y de parábolas es un himno a la vida y la libertad que refleja la meditación de un iluminado sobre el amor, el trabajo y la muerte.

Aunque era contrario al surrealismo, la corriente literaria dominante entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, su idealismo de connotaciones evangélicas tuvo gran éxito en un publico ávido de absoluto.

Según un artí­culo publicado en el semanario norteamericano The New Yorker en enero, era «la Biblia» de la época. Algunos de sus extractos eran citados en las bodas y los funerales en Estados Unidos.

La célebre frase del presidente John F. Kennedy, «no preguntéis lo que vuestro paí­s puede hacer por vosotros. Preguntad lo que vosotros podéis hacer por vuestro paí­s», está inspirada en un texto de este autor, que escribí­a tanto en inglés como en árabe.

Gibran tení­a «una visión cósmica», explicó Zgheib. «Se dirigó a los seres humanos de todas las épocas, y generación tras generación, se aspira a leer sus pensamientos humanistas», añadió.

Pero Gibran no es únicamente «el Profeta».

En «El loco», «Jesús, el hijo del hombre» y «El vagabundo», «todo lector sensible y preocupado encuentra respuestas a sus preguntas», sostiene Zgheib.

«Vivimos únicamente para descubrir la belleza. Todo el resto no es más que espera», decí­a. Una belleza que también quiso reflejar en la pintura. Aunque es menos conocido, Gibran el artista se revela después de dos años de estudios en Parí­s, donde conoció a Rodin.

En su museo de Becharré, donde descansa tras un tronco de cedro, como habí­a pedido, 125 de sus 440 cuadros están expuestos junto con sus libros y sus objetos de su taller de Nueva York.

En el Metropolitan Museum de Nueva York se encuentran sus otros lienzos reunidos por la norteamericana Mary Haskell, su protectora, con la cual tuvo una relación amorosa.

Su obra no se limita al lirismo. En «Espí­ritus rebeldes» denuncia la hipocresí­a social, las tradiciones feudales de su paí­s natal y la hegemoní­a del clero.

Esa novela, considerada herética por su Iglesia maronita, fue quemada en la plaza pública de Beirut, por orden de los otomanos, a cuya tiraní­a se opuso.

A pesar de su profundo amor por su patria, criticaba a sus compatriotas. «Vuestro Lí­bano es un enredo polí­tico que el tiempo trata de desenredar. Mi Lí­bano está hecho de montañas que se elevan, dignas y magní­ficas, en el cielo.»

«Décadas después, esta cita tiene una gran actualidad», señalaron en su museo.