El señor de los tres anillos


Mientras no terminan de pasar las colas del huracán «Quintanilla», útil para que el gobierno de Colom pudiera deshacerse de este controversial personaje, ahora nos enteramos que nuestro Presidente tiene tres anillos o cí­rculos de seguridad. ¡Dichoso él!, por que lo que es Juan Pueblo se lo sigue llevando candanga con eso de tantos asaltos a los buses; los arrebatados de bolsas y celulares en las paradas de camionetas; el impune descuartizamiento de mujeres; los robos de vehí­culos, sin dejar de mencionar que el toque de queda autoimpuesto por los ciudadanos de poco sirve pues, ante el terreno libre que le dejan los policí­as, a plena luz del dí­a actúan ahora los delincuentes.

Francisco Cáceres Barrios

Me alegra saber que don ílvaro, el doctor Espada, doña Sandra y tantos cuelludos más puedan gozar de su presupuesto anual de Q.97 millones para su seguridad y confort; me resulta maravilloso que entre 5 a 20 hombres los rodeen a cierta distancia para protegerlos; que otro grupo se desplace o se entremezcle con la multitud a donde asistan, así­ como supervisen instalaciones y caminos y, hasta una fuerza élite se encargue de la seguridad perimetral de la Casa Presidencial y áreas adyacentes. Me imagino que la personalidad de los polí­ticos se engrandece al sentirse tan importantes, ¿pero todo ello oculta la realidad que el resto de 13 millones de habitantes pasamos todos lo dí­as?

No es nada agradable que una familia encuentre al padre tirado a media calle con dos tiros en la cabeza porque los delincuentes querí­an el carro que no era suyo. No es cosa de segunda importancia que una madre vaya corriendo con el corazón que se le sale por la boca, ante el llamado de los vecinos porque vaya a reconocer el cadáver de su hijo, quien al retornar de su trabajo se opuso a que le arrancaran sus pertenencias. ¿Es que tanto de lo mismo no les toca la fibra y los sentimientos a nuestros gobernantes, ministros, familiares y demás empleados públicos que ganan un buen sueldo para proteger a la ciudadaní­a?

Yo entiendo que a don ílvaro no le guste que los espí­en, al fin y al cabo ¿a quién le va a gustar tan cobarde acción?, pero ¿a tan solo ocho meses de haber asumido su mandato ya se le olvidaron sus promesas por devolvernos, aunque sea gradualmente, la imperiosa necesidad que todo ser humano requiere para trabajar, vivir y desplazarse en paz? Interesante es que el señor McFarland se meta a opinar sobre la labor de la SAAS; es importante que la CICIG informe de lo poco que ha hecho durante su primer año de estar con nosotros y más valioso es todaví­a, que el Vicepresidente pueda viajar y trabajar seguro y confortable pero ¿quién, cuándo y cómo alguno de tantos funcionarios, empleados y agentes de policí­a se van a ocupar porque doña Chon, cada vez que va al mercado no corra el riesgo de que le arranquen con todo y dedo su único anillo de bodas?