«Cuando todos seamos corruptos»


Federico Castillo Valenzuela

Los indicadores de percepción y Experiencias de Corrupción en Guatemala -IPEC- obtenidos en la Encuesta Nacional Sobre Corrupción y Transparencia, elaborada por ACCIí“N CIUDADANA con el trabajo especializado de Aragón y Asociados, en el mes de marzo en curso, nos permite a quienes todaví­a creemos que nuestro paí­s puede salir avante sí­ los guatemaltecos y guatemaltecas somos solidarios, emprendedores, honestos responsables y justos, contar con una remota posibilidad por lo menos, para reencauzar al paí­s por el camino de los valores morales y éticos.

Si las autoridades correspondientes tomaron en serio el trabajo investigativo y estadí­stico de Acción Ciudadana, algo se avanzarí­a en este aflictivo tema de la institucionalización de la corrupción, pero lamentablemente lo único que dicen es que ya tienen conocimiento del problema, pero nunca actúan para corregir las deficiencias, y así­ han pasado los años con la misma cantaleta, sin que ninguno de los tres poderes hagan o propongan algo para mejorar la aplicación de la justicia.

Pero también otras instituciones andan por el camino de la amargura y por eso es que campea tranquilamente el fantasma de la corrupción, sin que nos demos cuenta en que si ahora que la corrupción todaví­a no ha alcanzado su climax, ya nos estamos comiendo con otros, cabe preguntar entonces: ¿Qué pasará cuando todos seamos corruptos?

Ya se puede imaginar el amable lector a los hermanos poniéndose trampa mutuamente, a hijos contra padres etc., si no hacemos algo por rescatar los valores que nos enseñan a amar a nuestro semejante, sea cual sea su condición social, económica, étnica o polí­tica. Así­ como a ganarnos la paga por el buen desempeño de nuestro trabajo que siempre debe estar destinado a producir felicidad y alegrí­a a un considerable número de nuestros semejantes. Pero también a saber compartir lo que nos sobra, no regalando sino promoviendo más fuentes de trabajo y pagando salarios justos. También debemos educarnos para retomar el principio de que no debemos desear apropiarnos de lo que no es nuestro. El mundo es tan bello que si lo cuidáramos y compartiéramos con responsabilidad y sin egoí­smo, ya hubiéramos alcanzado un elevado grado espiritual y moral en la escala de la convivencia pací­fica, que nos permitirí­a ocuparnos con entrega en la solución de nuestras más apremiantes necesidades y no en la obsesión de acaparar riquezas a costa de lo que sea. «Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia». Mahatma Gandhi.