Con tanta razón y arando en el mar


El oficio de escribir expresando opiniones es para muchas personas un simple desahogo pero hay otras que lo utilizan con absoluta seriedad y madurez para expresar ideas concretas a fin de proponer los cambios que el sistema necesita. Creo que uno de los que mejor hacen ese aporte constructivo y sistemático es Raymond J. Wennier, quien desde su columna semanal en La Hora ha hecho los planteamientos más serios en el tema educativo y, sin embargo, pareciera estar arando en el mar por la existencia de una burocracia indolente a cargo de la educación pública en el paí­s.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Raymond es un educador de carrera y vocación que no sólo ha contribuido a formar a miles de jóvenes en Guatemala sino que además se ha tomado la molestia de estudiar el sistema y de hacer propuestas lógicas, congruentes y concretas sobre cómo superar las deficiencias estructurales que impiden la mejora cualitativa y cuantitativa de la cobertura. Con profunda dedicación ha centrado su esfuerzo en un análisis a fondo de la realidad de nuestro régimen educativo y a partir de su conocimiento detallado se permite con toda autoridad hacer planteamientos que cualquiera con dos dedos de frente debiera tomar en serio para propiciar un serio debate de uno de los problemas más importantes del paí­s.

Desafortunadamente los gobiernos han preferido buscar técnicos en otras materias para que dirijan la polí­tica educativa, lo que alimenta la intransigencia de los sectores magisteriales que se resisten a aceptar ideas planteadas por autoridades que demuestran tener poco conocimiento de la realidad. La falta de integración del Consejo Nacional de Educación constituye una grave carencia porque desafortunadamente no hay un foro adecuado en el que se pueda discutir técnicamente la compleja realidad. Y aunque todos hablan de la importancia que tiene para el futuro del paí­s la reforma educativa y su mayor cobertura, la verdad es que nadie parece entender la importancia de asumir polí­ticas propias y seguimos amarrados a estrategias ajenas que resultan muy difí­ciles de implementar con éxito en nuestra enredada situación.

Sé que Raymond ha tratado por todos los medios de hablar con autoridades educativas para exponerles sus ideas y aunque las mismas son respetadas por la comunidad educativa no oficial, en las esferas gubernamentales se le cierran todos los espacios. Lo mismo con las autoridades de Portillo que con las de Berger y no digamos con las actuales que parecieran tener menos luces y entendimiento y que han adoptado la polí­tica de malentender lo que es el diálogo y la concertación para caer en un estado de sumisión que tampoco le hace ningún bien al modelo. Tan contraproducente era la autoritaria postura de la anterior ministra como la complaciente de la actual que parece ser resultado de la ausencia de ideas propias para impulsar alguna propuesta coherente.

Y como no se trata de que una persona sea la que marque el ritmo de una reforma de tanta envergadura y tan profunda, por lo menos debieran tomar en cuenta la insistencia del educador Wennier para que se integre el Consejo Nacional de Educación y así­ se puedan conocer propuestas técnicas correctas para asumir el desafí­o de la reforma más importante para el paí­s de cara a sus necesidades del futuro. Es una pena ver que alguien que dedica tanto tiempo y tanto seso a un tema que le apasiona y que conoce a profundidad, termina arando en el mar por la incapacidad y arrogancia de las autoridades.