El altivo Estado de Los Altos


Luis Fernández Molina

Con las lluvias de septiembre brotan las flores del altiplano. Soplan, por las montañas y valles del occidente, aires frescos que llenan el pecho de un fervor patrio que ojalá se extendiera por todos los rincones del paí­s. Para las fechas de la independencia es en Quetzaltenango donde más se expresa el sentimiento nacionalista, ese amor a la patria, ese cariño hacia el terruño, esa devoción al lugar donde vivieron los antepasados. Por eso ondean orgullosas sus banderas a los vientos. Pero son dos banderas. Al visitante y al extranjero les llamará la atención que junto a la bandera nacional aparece otra bandera. Un lienzo con franjas horizontales azul, blanco y rojo: la divisa del Estado de Los Altos. Esa bandera que contiene el escudo que, desde 1838, consagra al quetzal por primera vez como sí­mbolo nacional (la República de Guatemala lo hizo hasta 1871); o sea que el quetzal aparece antes en Quetzaltenango que en Guatemala. También en el escudo aparece un carcaj, un arco y unas flechas en clara y orgullosa referencia al origen indiano de la gran mayorí­a de la población. Con mucha satisfacción «los Chivos» enarbolan las dos banderas. Aparecen juntas en los edificios oficiales, el parque Centenario, en todas las esquinas, en todos los postes, en muchas casas, etc. Es el único lugar de toda la República donde se desplieguen dos enseñas, uno regional y otro nacional. Y es que Xelajú tiene una rica historia: Los conquistadores entraron por el suroccidente y cerca del actual Mazatenango escalaron hacia el valle alto, bañado por el rí­o Samalá, donde estaba asentada una gran población indí­gena. Allí­ sostuvieron varias batallas, incluyendo la de Tecún Umán; una vez victoriosos fundaron ciudades, la primera fue «Sak Kahá» que quiere decir Agua Clara, el 7 de mayo de 1524; a pocos kilómetros de allí­ se fundó, una semana después, la ciudad de Quetzaltenango de la Real Corona, el 15 de mayo, dí­a de Pentecostés (o del Espí­ritu Santo). Salcajá fue la primera población formal fundada por los conquistadores y la iglesia antigua, que se encuentra en buen estado de conservación, es la primera construcción permanente de toda Centroamérica y donde se celebró la primera misa bajo techo fijo (vale la pena visitar el lugar). El sitio escogido por Pedro de Alvarado en Quetzaltenango fue en el Cantón San Nicolás, en el lugar que actualmente se encuentran las escuelas nacionales Enecón López y Francisco Muñoz. Después se fueron formando otros barrios como el de San Antonio, San Sebastián, El Calvario, etc. Los españoles la bautizaron Quetzaltenango que en la lengua nahuatl – propia de los indí­genas que se aliaron a los españoles en México-quiere decir Murallas del Quetzal, sin embargo los nativos la seguí­an llamando Xelajú que quiere decir «Bajo los diez» o «de los diez cerros», la primera denominación en alusión a un gobierno conformado por diez señorí­os principales y la segunda en referencia a los diez cerros que circundan el valle. En el momento de su fundación Alvarado no tení­a idea de que habí­a en Guatemala «mas allá» de esas planicies. Por eso tras la fundación de las referidas poblaciones continuó su avance hacia la región central de la actual República donde habrí­a de encontrarse con los Kachiqueles. Quetzaltenango fue creciendo con una identidad muy propia que en los siguientes siglos habrí­a de manifestarse. La población era de la etnia quiché que comprendí­a la mayorí­a de los actuales departamentos del noroccidente y el valle era entonces el más poblado de todo el paí­s (en el que posteriormente se llamó Valle de la Ermita sólo habí­a poblaciones aisladas y un poco más pobladas en los valles de Panchoy y Petapa). Por eso la idea de autonomí­a se ha venido gestando. Durante la época colonial Xelajú fue una región administrativa que si bien dependí­a de la capital, el dominio polí­tico se ejercí­a lejos, en la Metrópoli. Por eso no hubo abiertas manifestaciones de distanciamiento. Pero cuando llegó la independencia se empezaron a oí­r voces de independencia; se querí­an separar de Guatemala pero al mismo tiempo respaldaban férreamente la Federación de Centroamérica. Como dice la página oficial de la municipalidad de Quetzaltenango: la separación era «motivada por el abandono y falta de atención de la capital, que se habí­a convertido como en la actualidad en un succionador de las riquezas de los demás departamentos.» Desde entonces germinó la idea de la creación del Estado de Los Altos que al adicionarse a los otros cinco estados habrí­a de ser el Sexto Estado.

Por eso 17 años después de la Independencia, el 2 de febrero de 1838 el pueblo de Quetzaltenango se reunió «con el fin de promover su propia felicidad y la de los pueblos de Los Altos» para declarar, conforme el artí­culo 198 de la entonces Constitución Federal (Tí­tulo XIV), la creación dentro de la misma Federación Centroamericana del Sexto Estado. Estando al amparo de la legalidad vigente el gobierno provisorio del Estado de los Altos remitió el expediente al Congreso Federal de Centroamérica, con sede en San Salvador, el que emitió el Decreto por medio del cual declaraba que el Estado de los Altos «constituí­a legalmente un Cuerpo Polí­tico» y como estado federado sentó a sus representantes en el congreso federal el 5 de junio de 1838. (Continúa).