Las concesiones del papa Benedicto XVI hacia los integristas, en particular la posibilidad de celebrar la misa en latín, ha creado tensión en la Iglesia de Francia, donde el clero se siente presionado por los tradicionalistas que, aunque son una minoría, han ganado terreno.
En 1988, Benedicto XVI, que ejercía como prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, trató por todos los medios de evitar el cisma que planteaban los integristas dirigidos por el cardenal francés Marcel-Franí§ois Lefebvre.
Una vez elegido papa y desde el comienzo de su pontificado Benedicto XVI se esforzó por mantener la unidad de la iglesia Católica.
En este sentido, publicó un decreto (motu proprio) que facilita la celebración de la misa en latín, la única que reconocen los integristas de la Fraternidad sacerdotal San Pío X y que rechazan el «aggionarmento» del concilio Vaticano II.
También aceptó el retorno a prácticas litúrgicas antiguas como la comunión de rodillas.
Por último, en junio, el Vaticano renunció a exigir explícitamente que los integristas reconocieran la libertad religiosa y la apertura a la sociedad que permitió el concilio Vaticano II.