R E A L I D A R I O (DCXXIV)


Rico el atol. Los chapines, los guatemaltecos todos, somos (o éramos) grandes bebedores de atoles: de elote, de plátano, chilate, tres cocimientos, shuco, atolillo, haba, maicena, yuquilla, arroz en leche… Hay quienes lo beben a cucharadas, o bien directamente del vaso, escudilla, turumba o del recipiente que sea, moviéndolo rí­tmicamente y soplándolo para que le salga el humo escondido, a sorbos más o menos ruidosos hasta no dejar ni gota. Pero lo malo, lo feo y lo humillante es cuando nos quieren dar atol con el dedo, con un dedote deforme y de curvadas uñas negras. Entonces al asco se añaden la indignación y el rechazo rotundo. Sigamos tomando atol: es nutritivo, sabroso, tradicional. En cuanto al dedo intruso y abusivo, pienso que no es mala idea mutilarlo de un buen tajo con el cuchillo de cocina.

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René Leiva

De humo. Contra lo que pudiera suponerse, los expertos han detectado que no todas las afamadas cortinas de humo genuino que se confeccionan en el paí­s de la eterna son por la voluntariosa e imaginativa mano del hombre. Al contrario, un cuarenta y cinco por ciento de nuestras cortinas de humo se deben a causas accidentales, imprevisibles y espontáneas, aunque siempre con materia prima polí­tica, económica y social, según los entendidos, lo cual viene a dar un cariz importante a la apreciación objetiva e imparcial de los acontecimientos, se supone. (Incluso se cree que algunas de estas cortinas se fabrican con el humo de las constantes llamaradas de tusa, para así­ no desperdiciar nada.)

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Información de primera. Los más sutiles observadores han podido observar que todaví­a no tiene plena vigencia la mal hilvanada Ley de Acceso a la Información (sic), ah, pero los ocultos oyentes o auditores de las confiadas conversaciones telefónicas -privadas e incluso í­ntimas– de ílvaro con sus más allegados, tuvieron el raro privilegio de enterarse, así­ de primera mano, de ciertos secretos y misterios de Estado no necesariamente inconfesables; lo que los convierte, a tales escuchantes ocultos, en fuentes dignas de crédito pero que piden reserva de su identidad. En otras palabras, la mencionada ley todaví­a se encontraba en estado embrionario, y ciertos personajes ya se la pasaban por el resobado arco del triunfo, dicho sea con el debido respeto y consideración.

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Cuadrado perfecto. El señor gobierno tiene un mí­nimo de dos talones de Aquiles y al menos una piedra en cada zapato.

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La llamada institucionalidad, los denominados mecanismos establecidos y el sistema polí­tico son ladrillos de escoria pegados con heces que erigen la fortaleza de ripio donde se conspira contra la inveterada indefensión del pueblo.

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A los dos poderes encubiertos tradicionales -Ejército y oligarquí­a-se ha unido el crimen organizado, para así­ formar una especie de rí­o con tres orillas cuyas aguas, por supuesto, no resultan diferenciables cuando se entremezclan en la turbulenta corriente.

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No podremos dar el salto hacia el siglo XXI si tenemos un pie atorado en el siglo XIX.

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Ociosa y desganada pregunta que se hace el displicente elector: ¿También micrófonos ocultos en las entrañas de la cloaca?