Podré estar a punto de desfallecer, pero no lo haré, porque en mi alma arde el fuego consumidor del entusiasmo y la fe.
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Podré sentirme solo, pero no permitiré que la tristeza me invada, porque sé que en el mundo, ayudar al prójimo es la mejor manera de encontrar amigos.
Podré perder todos mis bienes, pero no creeré en la derrota, porque si es necesario volveré a comenzar con más entusiasmo.
Podré enfermarme, pero mi espíritu estará sano, porque ni el dolor físico es capaz de desterrar de mi interior el afecto y el gran deseo de triunfo.
Podré llorar, pero no dejaré que las lágrimas me cieguen, porque hay grandes maravillas que tengo que ver.
Y podré morir, pero antes de dar mi último suspiro diré que por ser hijo de Dios nací para ser grande y lo logré.