En el «Dog petit resort Tsunayoshinoyu», centro de bienestar para perros muy cotizado en Tokio, los clientes pueden chapotear en una piscina o relajarse en un «onsen», el célebre baño termal japonés.
Observada con ternura por su dueña, «Inge», un estoico basset de tres años, nada en la piscina turquesa a 32 grados, siguiendo el trozo de queso que le agita delante del hocico una animadora vestida con un traje de submarinismo.
«Hace dos años la operaron de las articulaciones. Desde entonces venimos dos veces por semana para su rehabilitación», explica a la AFP su dueña Yoko Nishida.
Después del esfuerzo, «Inge» se relaja unos minutos tomando un baño de agua termal a 37 grados.
El lugar se parece como dos gotas de agua a una sala de baños públicos japoneses, con su vapor de agua, sus pilones de piedra gris, sus duchas y cubetas, salvo que aquí se trata de clientes caninos, como delatan los pelos que flotan en el agua.
«Benton», un labrador de 12 años, parece apreciar la ducha con jabón, champú y suavizante especial que le aplica un empleado.
Antes, el retriever había tenido su media horita de natación lúdica en la piscina, de siete metros de longitud, todo por 6.000 yenes (4O euros).
«Es un poco ’demasiado’ pero es bueno para la artrosis y al hacerse viejo, le viene bien», explica Junko Asami, la dueña de «Benton».
«Prefiere nadar en el mar, pero cerca de Tokio el agua está sucia, llena de detritus, por eso venimos aquí», explica su hija Yukino.
Unos minutos después, «Benton» está equipado con un chaleco salvavidas para facilitar la natación y «evitarle las agujetas».
«Le encanta», asegura la animadora, Kanoko Suzuki, al tiempo que tira al agua un señuelo de goma.
Junko Asami y su hija, dos japonesas distinguidas, observan las proezas de «Benton» detrás de una veranda que les evita salpicones cuando su perro se sacude.
Abierto hace dos años, el «Tsunayoshinoyu», que lleva el nombre del shogun Tsunayoshi Tokugawa, primer defensor de los perros, funciona a tope, asegura Hiroyasu Ichikawa, el gerente de estas instalaciones que reciben la visita de 700 clientes al mes por término medio.
Propietario una decena de centros idénticos a éste, el grupo Joker prevé la apertura de dos nuevos balnearios cerca de Tokio.
Yorkshires, chihuahuas y terriers blancos acuden los fines de semana y sus dueños aprovechan los «onsen» del edificio contiguo. Autógrafos pegados a la pared recuerdan el paso de celebridades.
«Los sábados y domingos se reservan con un mes o dos de antelación», precisa Ichikawa.
En caso de problema de salud, un veterinario está presente unos días a la semana.
Los baños calientes no están contraindicados para los perros, asegura Megumi Furuya, una de los seis empleados, salvo que sean mayores o que «les hagan pasar del frío al calor, eso puede conllevar riesgos cardiacos».
Los animales también tienen la posibilidad de jugar en un patio y dormir en pequeñas jaulas, llamadas pomposamente «hoteles», donde pueden ser guardados como pensionistas.
En la tienda canina, verdadera cueva de Alí Babá, se pueden encontrar zapatillas, kimonos, cojines multicolores de atractivos aromas e incluso combinaciones dotadas de una bolsita para recoger sus excrementos (gesto obligatorio en Japón).
En la entrada, Anago, la mascota del balneario, está ataviado con una gorrita azul y una mochila en forma de mariquita, donde los empleados depositan galletas de leche y queso.
El 31 de octubre, Anago festejó Halloween con los otros clientes caninos tal como muestran las fotos, en las que aparecen todos con tocas en forma de calabaza.