Un abrazo, M., luego de tu asesinato
«Entre las mujeres de 15 a 44 años de edad, la violencia basada en el género es responsable de más muertes e incapacidades que la suma total atribuida al cáncer, la malaria, los accidentes de tránsito y la guerra». Con este texto de la Organización Mundial de la Salud, inicia la publicación de la investigación «Por ser mujer» de Kristin Svendsen.
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El libro, presentado en noviembre del año pasado, hace un recorrido por las principales formas de violencia que se ejerce en contra de las mujeres por su condición de género, y muestra un balance sobre la eficiencia del Sistema de Justicia para esclarecer los delitos.
Guatemala es un buen ejemplo de la institucionalidad de la violencia en contra de la mujer: los crímenes se cuentan por miles, muchas de las víctimas no presentan las denuncias ante el Ministerio Público y la impunidad impera en la mayoría de los casos.
De acuerdo con Svendsen, esta situación es producto de «políticas específicas represivas hacia las mujeres que, con el tiempo, se han venido transformando en valores (o antivalores), normas y actitudes de la gente».
Y vaya que sí abundan los energúmenos que se cobijan con el actual imaginario social de tinte machista para asesinar a mujeres de todas las formas, de a poco y con gusto y gana, al despotricar insultos relacionados con el sexo y, lo que es peor, al llevar la violencia hasta su máxima expresión a través de la violación sexual, la tortura y el asesinato.
Sumado a esto, el Ministerio Público no se ha mostrado capaz para realizar un análisis sobre los asesinatos de mujeres y presentar las pruebas suficientes para esclarecer los crímenes. De acuerdo con estudios de seguimiento a las acusaciones presentadas por familiares de las víctimas, únicamente el 3.8%% de los casos presentados ante la Fiscalía de Delitos contra la Vida llegó a una acusación formal, y el 2.7%% fueron resueltos definitivamente.
Recientemente se aprobó en el Congreso de la República la Ley contra el Femicidio, una normativa apoyada por organizaciones de mujeres que trabajan por la seguridad y desarrollo integral de la población femenina. Sin embargo, además de la vigencia de esta ley, hace falta implementar acciones a favor del esclarecimiento de los crímenes y de las denuncias presentadas por cualquier tipo de violencia.
El tema de la equidad de género, que constituye uno de los caminos para garantizar la seguridad de las mujeres, no compete únicamente a la mitad de la población, la femenina, sino que también abarca a los hombres. Mientras continúe la aceptación del hombre como dueño y señor, y de la mujer como cosa al servicio de aquéllos, los números de la muerte para las mujeres no cambiarán.