Nicaragua sandinista


Ganador. Simpatizantes de Daniel Ortega celebran la victoria de éste en las elecciones del domingo.

El ex guerrillero sandinista Daniel Ortega regresa al poder a Nicaragua 16 años después de haberlo perdido en las urnas, gracias a un discurso pacifista y conciliador y a la división de la derecha.


«Sentimos que se están creando las condiciones en nuestro paí­s para que se lleve a la práctica una nueva cultura polí­tica, que nos lleve en medio de nuestra adversidad y diferencias con un espí­ritu constructivo que ponga primero a Nicaragua y a los pobres», fueron las primeras palabras del presidente electo.

Su principal rival, el liberal Eduardo Montealegre, el candidato de Washington, fue el primero en reconocer la victoria y en fecilitarlo personalmente en la secretarí­a del Frente Sandinista, una actitud que el ex guerrillero marxista calificó de «digna y valiente».

Daniel Ortega, que el sábado cumple 61 años, logró el 38,07% de los votos tras escrutarse el 91,48% de las mesas, nueve puntos más que Montealegre, con el 29%, según el Consejo Supremo Electoral (CSE), que tardó más de 48 horas en dar a conocer el resultado parcial de las elecciones del domingo.

José José Rizo, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC, derecha) con el 26,21%, Edmundo Jarquí­n, del Movimiento Renovador Sandinista (MRS, izquierda) con 6,44% de los votos escrutados, mientras que la Alternativa por el Cambio de Edén Pastora -0,27%- completan el cuadro de los cinco candidatos presidenciales.

El enemigo de Washington, que no logró derrotarlo por las armas en la década de los 80, vuelve al poder después de dos intentos frustrados, tras haberlo perdido en las elecciones de 1990 frente a Violeta Barrios de Chamorro. En 1979 lo habí­a conquistado por las armas, con la revolución sandinista, que puso fin a la dictadura dinástica de los Somoza.

Para su vuelta, Ortega prometió una revolución «espiritual y solidaria» y una actitud reconciliadora con las demás fuerzas polí­ticas del paí­s.

Vestido con camisa blanca y pantalón oscuro, su ropa favorita tras colgar para siempre el traje verde olivo de su época de ’comandante’, recordó: por «encima de nuestras posiciones polí­ticas pesa en primer lugar ese compromiso de sacar a Nicaragua de la pobreza».

También subrayó que el paí­s «está abierto» a las inversiones, e instó a los grupos económicos y sociales a la «unión para atacar la pobreza», que afecta a cerca del 77% de los 5,4 millones de nicaragí¼enses.

Después de presionar para impedir a toda costa la victoria de su viejo enemigo durante la campaña electoral, la Casa Blanca se dijo dispuesta a trabajar con el futuro presidente de Nicaragua en función de su compromiso con el «futuro democrático» de su paí­s.

«Estados Unidos está comprometido con el pueblo nicaragí¼ense. Vamos a trabajar con sus lí­deres basados en su compromiso y acciones de respaldo al futuro democrático de Nicaragua», dijo el portavoz del gobierno en materia de Seguridad Nacional, Gordon Johndroe.

Antes, el ex presidente Jimmy Carter, uno de los 17 mil observadores en esta elección, considerada como «transparente» habí­a dicho que la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, le «aseguró que gane quien gane las elecciones, Estados Unidos responderá positivamente» a Nicaragua.

Y es que estas elecciones habrán revivido los rescoldos de la Guerra Frí­a con el enfrentamiento de dos bloques ideológicos: el de la administración de George W. Bush y el nuevo socialismo de los petrodólares que preconiza el venezolano Hugo Chávez y el moribundo lí­der cubano Fidel Castro, que le dio su apoyo durante la revolución sandinista.

Precisamente fueron Castro y Chávez los primeros en fecilitar públicamente a Ortega tras hacerse oficial su victoria.

En el Parlamento, la ALN -creada el pasado año tras una escisión del PLC que ha facilitado el triunfo de Ortega- ha hecho una entrada triunfal con cerca de 29 diputados, convirtiéndose casi con probabilidad en la primera fuerza de la oposición. Por su parte, el FSLN tendrá que negociar con la derecha ya que con entre 37 y 40 diputados, se queda lejos de la mayorí­a de 47.