En cuclillas, en el fondo del valle tanzano de Olduvai, el paleo-antropólogo español Manuel Domínguez Rodrigo cava la tierra en busca de rastros sobre el origen de la humanidad.
Desde hace tres años, paleo-antropólogos españoles y norteamericanos vienen cada verano a los desfiladeros de Olduvai (norte de Tanzania) para seguir las investigaciones sobre los orígenes de la humanidad que comenzó el renombrado paleontólogo keniano de origen británico, Luis Leakey.
«Comenzamos en 2006. Nos interesa el comportamiento de los primeros humanos. Estamos obteniendo resultados», confió Domínguez Rodrigo, profesor en la Universidad Complutense de Madrid.
«Los lugares son más complejos de lo que esperábamos. Nos permitirán saber más sobre los orígenes de la humanidad», afirmó el español mientras escrutaba una roca.
Domínguez Rodrigo coordina, junto a su homólogo tanzano, el profesor Audax Mabulla de la Universidad de Dar es Salaam (Tanzania), el proyecto paleo-antropológico y el paleontológico de Olduvai (Topp).
Los desfiladeros de Olduvai cortan la vertiente oeste del famoso valle del Rift, en la llanura del Serengeti.
El valle del Rift también se llama la «cuna de la humanidad» porque se han descubierto numerosos fósiles de homínidos y vestigios arqueológicos muy antiguos.
La presencia de un antiguo lago, (desaparecido a día de hoy) en la región de Olduvai ha permitido una sedimentación casi continua en los dos últimos millones de años y una rápida sepultura de numerosos restos líticos, explica Domínguez Rodrigo.
Por otro lado, la intensa actividad volcánica de la zona dejó depositados diferentes niveles cenizas volcánicas que permiten ser identificadas.
En esa zona, la erosión de los sedimentos también ha permitido acceder a fósiles muy antiguos.
«Tenemos la esperanza de obtener, dentro de cinco o diez años, informaciones esenciales que todavía no tenemos sobre el comportamiento y las formas de vida de los homínidos», afirmó Domínguez Rodrigo, desde el lugar en el que Mary Leakey (la esposa de Luis Leakey) descubrió en 1959 el cráneo del primer australopiteco robusto conocido en ífrica oriental, un «Australopithecus boisei» (Zinjanthropus), una especie que se remonta entre 2,4 y 2,7 millones de años.
A unos metros, un equipo norteamericano de paleo-antropólogos que trabajan en un proyecto del paisaje paleo-antropológico de Olduvai (Olapp), también se encuentran en el valle.
«Hay una especie de competición: cuando un equipo ha identificado su emplazamiento, lo último que quiere es que el otro meta las narices», comenta Domitian Kashaija, conservador asistente en el museo antropológico de Olduvai.
Para los arqueólogos y los antropólogos tanzanos las temporadas de excavación son muy esperadas porque les permiten salir del monótono universo de los conocimientos teóricos para ponerse manos a la obra.
«Nuestros estudiantes están muy interesados, esta cooperación les permite hacer la parte práctica de su formación e, igualmente, seguir más tarde las investigaciones sobre el tema», señalaba el profesor Mabulla, antes de admitir que «en nuestros países africanos, donde la gente muere de hambre, la prioridad de los gobiernos no es financiar investigaciones arqueológicas».