Atletas extranjeros alojados en la Villa Olímpica, medallas y competiciones organizadas en los sitios olímpicos: con su «torneo Pekín 2008» disputado al mismo tiempo que los Juegos, el kung fu, tradición china por excelencia, tiene sueños de grandeza.
«Se podría decir que es un deporte olímpico, con la diferencia que la medalla no será olímpica. Si no, es lo mismo», se entusiasma el único representante de Francia, Pierre Rouvií¨re, de 23 años.
Llegado por el «wushu» (nombre del kung fu en chino) principalmente por la influencia de las películas de Jet Li, este estudiante de osteopatía se felicita de esta ocasión magnífica para dar a conocer su deporte.
De jueves a domingo, 128 participantes llegados de 43 países participan en este torneo de kung fu, que no es disciplina olímpica ni deporte exhibición pese a la voluntad china.
Tras años de discusiones con Pekín, el COI finalmente aceptó que esta competición sea organizada durante los Juegos.
Por primera vez, deportistas que no participan en los Juegos están alojados en una sección de la Villa.
«Nos juntaron con la Villa, pero no podemos estar en la delegación francesa, nos pidieron mantenernos «al margen», explica el entrenador galo, Eddy Marie Luce.
«Este deporte es cada vez más popular en el mundo, tenemos 120 países o regiones representadas en el seno de la Federación Internacional», se alegra Wang Xiaolin, secretario general de la Federación Internacional y presidente de la Asociación china de wushu.
«Esperamos que el wushu pueda convertirse un día en deporte olímpico, pero hay dificultades, el principal problema es que la tendencia es a reducir disciplinas en lugar de aumentarlas», aclara.
El wushu de competición, una adaptación del kung fu tradicional, sigue siendo ampliamente dominado por los chinos, pese a su apertura mundial en los últimos tiempos.
«Intento no intimidarme porque están a un nivel tan superior al nuestro que me digo que China está en la cumbre y después están los otros», dice Tenyia Lee, de 18 años, quien voló desde Estados Unidos.
«No pienso en la competición en sí, simplemente es una forma de participar», añade con espíritu que seguramente apreciaría el barón Pierre de Coubertin, restaurador de los Juegos Olímpicos de la era moderna.