La Nueva Guatemala en el Valle de la Virgen


Vista aérea de la capital. Ilustración del Libro Azul, 1915.

Juan Garvaldo

Las descripciones contenidas en manuscritos, acerca de la capital de Guatemala, y de las costumbres sociales antes y después de nuestra independencia, constituyen herramientas indispensables para medir el camino recorrido desde la fundación de la ciudad, el 2 de enero de 1776 hasta 1821.


La parte Norte, como terreno comunal, pertenecí­a a un modestí­simo villorio que se hallaba en la base de poética colina, en cuya cima el ermitaño Juan Corz, quien vino de Europa, hizo levantar la iglesia del Carmen, testigo desde 1620, del desarrollo de pequeños hatos de crianza de ganado, atendida por descendientes de conquistadores y de la fundación y engrandecimiento de la capital.

La parte sur comprendí­a la hacienda de «La Virgen», con casa grande, oratorio y amplios corredores (cerca de lo que hoy es templo de Belén) propiedad de los Montenegro, quienes la cedieron al monarca español por cinco mil pesos, plata, y de los terrenos llamados «Lo de Reyes».

En 1821 la capital comprendí­a, de norte a sur: desde San Sebastián al Calvario, y de oriente a occidente: desde Santo Domingo a San Juan de Dios. Habí­a cuatro garitas: la de La Barranquilla, Buena Vista, El Incienso y la del Golfo. Las principales calles se conocí­an con los nombres de Mercaderes, Calle Real, de Los Tres Puentes, de La Armoní­a, del Perú, del Seminario, de la Soledad, de Congregaciones, del Correo Viejo, del Cuño, de Concepción, de La Esperanza, del Niñado, del Hospital, del Comercio, de La Universidad, de Belén, de San Agustí­n, del Olvido, de Caridad, de los Angelitos, de San Francisco, etc.

La parte central de la ciudad la determinaban doce avenidas, de norte a sur, cruzadas por dieciocho calles, de oriente a poniente, las cuales cortadas entre sí­ en ángulos rectos, formaban manzanas de cien metros por cada lado, siendo de advertir que no todas eran iguales, sin faltar algunos callejones.

Los esfuerzos de las principales autoridades se encaminaron a comenzar la obra del Palacio Real; construyéndose en el lado Occidental de la plaza; lugar en el que hoy se halla el parque Centenario; y que fue destruido por los terremotos de 1917 y 1918. Emprendió los trabajos el ingeniero Diez de Navarro, terminándolos el arquitecto Marcos Ibáñez, con la superintendencia del Oidor Decano Manuel Arredondo. Se le dio al Palacio una extensión de ciento sesenta varas castellanas al frente, de norte a sur, y doscientas veinte hacia el fondo. Lo estrenó en 1779, el presidente don Matí­as de Gálvez; sucesor de don Martí­n de Mayorga en el mando del reino de Guatemala. Los trabajos tardaron once años. Contaban muchí­simos departamentos notablemente bien construidos, habiéndose empleado materiales de buena calidad. Las principales oficinas eran: las destinadas a la Capitaní­a General, a la Real Audiencia, a la Casa de Moneda, a la del Tesoro Real, al Cuartel de Dragones, a la Sala de Armas y a la Cárcel de Corte.

En el lado oriente se construyó la hermosa Catedral Metropolitana, que fue delineada y empezada construir el 25 de julio de 1782 por el arquitecto Marcos Ibáñez, quien al viajar a España dejó a cargo de la obra a Antonio Bernasconi; pero al fallecer éste al poco tiempo tuvo que hacerse cargo de los trabajos de la basí­lica Sebastián Gamundi, quien también falleció, el año de 1788. En el paí­s no habí­a otra persona capacitada, por lo que quedaron suspendidos los trabajos. En 1813 quedó concluí­da la catedral sin sus torres.

Al lado norte de la Catedral se ubica el Palacio Arzobispal y del lado sur funcionó por largos años el Colegio de San José de los Infantes fundado por el Ilmo. Cayetano Francos y Monroe, Arzobispo de Guatemala.

La plaza de Armas era muy animada por que allí­ se ubicó por mucho tiempo el mercado; la Plaza estaba bien empedrada, en el centro estuvo la fuente de piedra de arquitectura sevillana que mandó construir el Capitán General don José de Estacherí­a, en 1783, dirigiendo a su vez la obra el arquitecto Antonio Bernasconi; en el centro de la fuente se alzaba la estatua ecuestre del rey Carlos III; en las esquinas del templete aparecí­an cuatro caballos de gran tamaño, obra monumental, de piedra marmórea, de la cantera de Barbales. Terminando la misma a causa del fallecimiento de Bernasconi, el maestro cantero, jocoteco, Manuel de Jesús Barruncho.

Por muchos años permaneció en la Plaza Mayor esa fuente pero sin la estatua del monarca, quedando sólo la del caballo.

El Portal del Ayuntamiento se ubicó del lado norte (donde actualmente se levanta el Palacio Nacional de la Cultura), y dio albergue durante muchos años a tiendas de jarcia, ventas de velas y jabón, peluquerí­as, depósito de trastos de barro, y hasta hubo un departamento reducido donde colocaron un lienzo, pintado al óleo, que representaba a Jesús Nazareno, razón ésta por la que el ingenio chapí­n lo bautizó como portal del Señor

Después de 1821, sobre formidables muros del frente del portal, en la entrada del edificio, habí­a una torre cuadrada, de cal y canto; la Municipalidad hizo colocar una lápida grande en el muro hací­a la plaza, con la inscripción: «PLAZA DE LA INDEPENDENCIA».

En la parte Sur de la Plaza Mayor, construyó la familia Aycinena el portal de su propiedad, destinado a tiendas de comercio.

A poca distancia de la Plaza Mayor se construyó el Seminario Tridentino (hoy Instituto Central para Varones), contiguo a este se levantó el antiguo edificio de la Universidad, enfrentando a estos edificios en la novena avenida se construyó el edificio de la Sociedad de Amigos; un poco más lejano se levantó el antiguo convento de Belén.

En 1808 fue estrenada la iglesia de Santo Domingo, de cinco naves, templo lleno de luz en su interior, poseedor de joyas valiosas, y su enorme convento, el templo de Nuestra señora de las Mercedes, de tres naves, construidas, en parte, de piedra labrada y, al frente, dos columnas pareadas, de orden romano, con su coronamiento, bien esculpido en piedra.

San José, templo pequeño, obra del año de 1783; el Calvario (parroquia de los Remedios), sobre alta colina, desde la cual se admiraba gran parte de la ciudad; fue terminado este templo bien modesto en el año 1787; Capuchinas en el año 1789; el Santuario de Guadalupe, humilde ermita, edificada en 1793, teniendo al frente hermosa plazuela y estanque público, dotado de lavaderos para el servicio de la gente pobre; Santa Catalina, iglesia sólida, edificada en 1809; contiguo al templo se extendí­a el Monasterio de las Catalinas, ocupando casi una manzana de terreno. El Carmen, obra del año 1814; Santa Rosa, iglesia que antes de 1815 sirvió de catedral, poseí­a objetos de arte muy valiosos los que lamentablemente desaparecieron.

Las otras iglesias las terminaron o restauraron años después de nuestra independencia. Los monasterios tanto de frailes como de monjas tení­an arquitectura pesada y sombrí­a en su interior, salvo los de los franciscanos, dominicos y recoletos.

No habí­a hoteles sino una o dos casas de posadas, para alojar a gentes pobres, dedicadas al comercio en las poblaciones. Por lo regular, los viajeros ricos o familias que llegaban de provincias o del exterior, pedí­an hospitalidad a los vecinos, siendo recibidos por estos con muestras de afecto, manifestándose de esta forma el carácter hospitalario que distinguí­a a los guatemaltecos que ofrecí­an su casa y sus servicios a los forasteros.

Sitios a donde los chapines iban de recreo eran los cuatro guardas, el cerrito del Carmen, Ciudad Vieja, él Campamento,( luego Penitenciarí­a Central), la finca de Bolaños, con muchos árboles de guayabo; Jocotenango, Parroquia Vieja y el Llano del Tamborcito.

En la parte sur de la metrópoli colonial se construyó él importantí­simo acueducto de Pinula, que traí­a e introducí­a el agua a la ciudad, todaví­a se pueden observar vestigios de los arcos de dicho acueducto en la zona 13.

así­ es como de esta forma hacemos un recorrido somero por las páginas de la historia de nuestra amada Nueva Guatemala de La Asunción de La Virgen, ahora que está de Fiesta en este mes de agosto.