Hay temas propios de sociólogos e historiadores que casi nunca se tocan, pues las personas idóneas para hacerlo tienen miedo de que si lo hacen se les tilde de racistas y no quieren perder cierto prestigio en sus ramas que les representaría un adjetivo de esta naturaleza.
Yo siempre he dicho, que si desde que nací me bautizaron con el nombre de Guillermo, no hay motivo para que me enoje si me llaman así, tampoco me debe molestar que me digan Chino, pues llevo un cuarto de la raza de ojos rasgados, y aunque nací en Teculután, nunca me ha molestado que algunos de mis amigos me dijeran huiteco, pues ya quisiera tener las chispa que tienen los originarios de ese lugar.
Todo este preámbulo viene al caso pues voy a mencionar razas y a muchos no les gusta que se les acerque a la una o a la otra, pero la realidad es que no hay mucha necesidad de hacerlo, pues se nota, a simple vista, ya que hay características que de repente se muestran en los descendientes, dándose el caso de los soruyos, que los niegan por que salieron un poco morenitos.
En los discursos se oye mucho la palabra multiétnico pero tal vez lo correcto sería decir que somos multirraciales, pues si los indígenas que habitaban en Guatemala cuando vinieron los españoles son en realidad descendientes mayas, entonces todas las etnias pertenecen a una raza maya. Si son o no son, que eso lo descifre la historia, ya que yo soy ignorante en ese tema (y en muchos más).
Después de haber revisado decenas de miles de partidas de nacimientos en Zacapa, varios miles de casamientos y defunciones, entrevistas personales, etc. concluyo que aproximadamente el 90% de los guatemaltecos, tenemos sangre maya, ya que las primeras generaciones que nacieron a la venida de los españoles, fueron hijos de los conquistadores con mujeres mayas, unos de estos siguieron casándose entre mestizos, otros con españoles para formar los castizos y otros con mayas puros.
En este tipo de relación, al mismo tiempo que los descendientes tenían sangre maya también tenían sangre española, siendo que si usted observa a la mayoría de la población, se dará cuenta que no son ni mayas ni españoles, por eso también es justo reconocer que en Guatemala el 90% tiene sangre española.
Cuando se hicieron los censos de población del Corregimiento de Chiquimula y Acasaguastlán, que abarcaba Zacapa, Chiquimula, Jalapa, Jutiapa y El Progreso, allá por los inicios del Siglo XVIII, vemos que la población mulata y parda era similar en número a los españoles que habitaban en esos lugares, siendo que en Jalapa sólo se registraron 120 soldados mulatos, algunos casados también con señoras mulatas. Todo lo anterior nos demuestra que la raza de color se mezcló con la raza blanca y la indígena, por lo que consideramos que el 90% de la población, tiene sangre de la raza negra.
Con todo lo anterior se demuestra que los guatemaltecos somos multirraciales, también somos tricontinentales, pues hay origen de tres continentes y algunos como yo que son cuatricontinentales, pues además del africano, del europeo y del americano, tenemos sangre del continente asiático. Sirva todo esto para demostrar que la pureza racial es exclusividad de unos pocos, pero eso ya no debe ser motivo de mucho orgullo, pues científicamente está comprobado que los mezclados, que somos la mayoría, tenemos más facilidad de aprendizaje que los africanos o los europeos puros.