Aprobación y desconfianza


Desconcierto. Saddam Hussein, ex dictador iraquí­, no puede ocultar su desconcierto, al haber sido condenado ayer a muerto, por delitos de lesa humanidad.

La prensa mundial oscilaba hoy entre la aprobación y la desconfianza tras la condena a muerte del ex dictador iraquí­ Saddam Hussein, anunciada según muchos medios adrede dos dí­as antes de las elecciones legislativas estadounidenses.


El juicio del ex dictador por la muerte de 148 habitantes chií­tas en 1982 no ofreció a Irak «ni la justicia total ni la equidad total» que merece, estimó el influyente diario The New York Times, tradicionalmente opuesto a la pena de muerte.

El Times pidió aplazar la ejecución de la sentencia al menos hasta que culmine el segundo juicio contra Saddam, en el cual es acusado de ordenar un genocidio contra los iraquí­es de origen kurdo.

«El presidente George W. Bush fue demasiado ambicioso al calificar el juicio de ’hito en los esfuerzos de los iraquí­es para reemplazar el papel de un tirano por el de la ley’», sentenció el periódico.

El veredicto «es un legado admirable del sacrificio estadounidense en Irak», consideró por su lado The Wall Street Journal. «Pero para hacerlo permanente, Estados Unidos también debe derrotar la insurgencia que combate en nombre de Saddam», advirtió.

Según el diario The Washington Post, el juicio, aunque imperfecto, ayudará a instaurar la democracia en Irak.

«A corto plazo, la condena de Saddam Hussein y su eventual ejecución pueden empeorar el conflicto civil en Irak», alertó. «Sin embargo, los juicios (contra Saddam) pueden llegar a ser vistos como mojones en el lento y doloroso intento de construir un Irak más civilizado a partir de las ruinas venenosas de su régimen», opinó.

El diario más importante de España, El Paí­s, señaló por su lado que «no cabe alegrarse sin más» de la condena a muerte, entre otras razones por «irregularidades procesales y la politización de un juicio que ha durado un año».

«Si el ex dictador fuera al final ejecutado es muy probable que muchos de sus seguidores de la comunidad suní­ lo conviertan en un mártir, dificultando la cada vez más difí­cil normalización del paí­s», estimó El Paí­s.

En Londres, sólo el tabloide The Sun se congratuló sin ambages del veredicto. «No puede haber un final más merecido que la horca para ese bandido que llegó a presidente», afirmó.

Su competidor, el Daily Mirror (centro izquierda), llamó al mundo a «desconfiar de las felicitaciones por la condena a muerte de un hombre, aunque se trate de Saddam Hussein». «Fue un dictador brutal, pero hay el riesgo de que su ahorcamiento sólo conduzca a un mayor derramamiento de sangre», advirtió.

The Guardian, también de centro izquierda, estimó también que «si un nuevo Irak debe surgir de las ruinas del viejo, abstenerse de cometer un asesinato legal serí­a un buen comienzo».

The Daily Telegraph, de derecha, sostuvo por su lado que «la muerte de Saddam no es condición suficiente para el establecimiento de la democracia en Irak, pero es necesaria», mientras The Independent señaló que «ni el proceso ni su desenlace tendrán el menor efecto sobre la insurrección» en Irak.

Muchos medios de prensa criticaron la intromisión estadounidense en el proceso.

«Oficialmente el juicio fue organizado por los iraquí­es (…) pero los expertos piensan que la fecha del anuncio del veredicto fue elegida para mostrar a los votantes (estadounidenses) los progresos en Irak justo antes de las elecciones de medio mandato de mañana», indicó el influyente diario japonés Asahi Shimbun.

En Francia, Le Figaro (derecha) consideró «una lástima que este juicio pueda dar la impresión de legitimar una intervención militar lanzada con falsos pretextos, cuando deberí­a ser, ante todo, un acto fundador del Estado de Derecho después de 24 años de dictadura».

El diario Liberation (izquierda) denunció un proceso «casi irrisorio», y subrayó que la sentencia fue pronunciada «en nombre de un ’pueblo iraquí­’ cuya existencia es más problemática que nunca».

Para el diario alemán Berliner Zeitung, de centro izquierda, el mundo arruinó «una oportunidad histórica» para comprender el sistema dictatorial de Saddam. «En lugar de eso, la justicia ha sido manipulada por las fuerzas de ocupación», lamentó.

El periódico Kolner Stadt Anzeiger alabó «un proceso justo» que impedirá al ex dictador «vivir un exilio dorado como tantos otros ex tiranos», mientras el Stuttgarter Zeitung estimó que «los medios culturales islamistas verán en él la marca de una justicia de los vencedores».

«Para el presidente Bush la condena de Saddam es sin duda un éxito polí­tico que realmente necesitaba (…), pero no podrá olvidar que Irak, liberado de su dictador, será siempre ingobernable», dijo el Leipziger Volkszeitung.

El diario paquistaní­ The Nation está menos seguro de que Bush se beneficie del juicio de Saddam. «Es altamente improbable que el veredicto pueda beneficiar al gobierno de Bush o restaurar la confianza de los ciudadanos estadounidenses asustados por la cantidad de militares muertos», indicó el diario, que fustigó un proceso con aires de «farsa».

El Sydney Morning Herald australiano respondió con un «no categórico» a la pregunta de si la condena de Saddam fortalecerá a los republicanos en Estados Unidos para las elecciones de mañana, en las cuales Bush arriesga perder la mayorí­a en la Cámara de Representantes, y quizás hasta en el Senado.

Los diarios del Golfo no están de acuerdo. «La condena a muerte de Saddam Hussein es un veredicto ofrecido por el gobierno (del primer ministro iraquí­, Nuri) al Maliki a los republicanos» en Estados Unidos, dijo el diario qatarí­ al Sharq. La sentencia «exacerbará la violencia confesional en Irak», añadió.

La condena «será considerada como una victoria polí­tica de Bush», estimó el diario saudita Al Yazira. «El veredicto, en este momento preciso, podrí­a servir al presidente Bush», coincidió el periódico saudita Al Riyadh.

Otras reacciones

Opositores y partidarios de Saddam Hussein continuaban manifestando sus opiniones hoy, un dí­a después de la condena a muerte del ex presidente, dejando claro la neta división que existe entre las comunidades chií­tas y sunitas del paí­s.

«Es el fin de un dictador», gritaba Saad Ali Hassun, 40 años, en las calles de Samawa, una ciudad chií­ta al sur de Irak donde miles de personas manifestaron su alegrí­a.

«La condena a muerte es la decisión del pueblo», coreaba la multitud en esta localidad ubicada a 270 kilómetros al sudeste de Bagdad, donde los habitantes celebraron el veredicto al igual que otras ciudades chií­tas y kurdas.

«Las familias de los mártires han esperado durante mucho tiempo este momento, ahora sólo pueden disfrutarlo», aseguró Mohamed Hussein Jaber, un obrero de 45 años.

Pero en Hawija, una ciudad sunita de 300 mil habitantes situada al norte de la capital iraquí­, lo que exigen los pobladores es la liberación de Saddam Hussein.

Centenares de personas, entre ellas escolares, desfilaron a pie o en coche en el centro de la ciudad, a 220 kilómetros de Bagdad, con retratos del ex presidente iraquí­ y pancartas reclamando su liberación.

«Seguiremos manifestándonos, no porque somos sunitas, sino porque somos iraquí­es. Nos gustaba la época en que gobernaba Saddam», afirmó Abdala Zamar Hassan, un comerciante de 49 años, quien define ese periodo como «estable y seguro».

«Ahora les espera una época oscura a los estadounidenses y a sus aliados iraquí­es», estimó.

Hawija, donde predominan las tribus sunitas al Jobur y al Obeid, se ha convertido en un bastión de los grupos armados que combaten a los estadounidenses, al ejército y a la policí­a iraquí­.

La cadena pública de televisión Iraqia cubrió ampliamente las manifestaciones de alegrí­a tras el veredicto de Saddam Hussein. Las autoridades del paí­s cerraron sin embargo dos televisiones privadas sunitas, a las que reprocharon su cobertura.

«Cumpliendo con las instrucciones del Primer ministro, hemos cerrado dos emisoras porque incitaban a la violencia y al asesinato», dijo el portavoz del ministerio del Interior, el general Abdel Karim Jalaf.

Comienza apelación

El proceso de apelación del ex dictador iraquí­ Saddam Hussein, condenado a muerte en la horca, se inició hoy en Bagdad, que seguí­a bajo el toque de queda junto a otras dos provincias un dí­a después del veredicto que profundizó las tensiones religiosas en el paí­s.

Los chií­tas, que son mayorí­a en Irak pero fueron oprimidos por el régimen del ex dictador sunita, manifestaron su alegrí­a a través de todo el paí­s al enterarse que Saddam Hussein fue condenado a morir en la horca por la matanza de 148 habitantes chií­tas del poblado de Dujail en 1982.

Los sunitas, por el contrario, protestaron frente a lo que consideran un complot y auguraron dí­as sombrí­os para los estadounidenses y sus aliados iraquí­es.

Para evitar que las manifestaciones degeneren en violencia, el gobierno mantuvo el toque de queda para peatones y automovilistas en Bagdad y en dos provincias del norte de la capital: Diyala, punto habitual de conflictos entre chií­tas y sunitas, y Salaheddine, cuya capital, Tikrit, es el pueblo natal de Saddam Hussein.

Ejecución en el 2007

La ejecución del ex dictador iraquí­ Saddam Hussein, condenado a la pena de muerte ayer, podrí­a verse aplazada hasta 2007, debido a que el proceso de apelación no está limitado en el tiempo.

El ex dictador iraquí­, sentenciado ayer a morir en la horca por el Alto Tribunal Penal de Bagdad por su implicación en la matanza de 148 chií­tas en su paí­s, se enfrenta ahora a un proceso de apelación automático que debe determinar si existieron fallos durante el juicio en primera instancia.

Los estatutos de la corte prevén en efecto una apelación automática en caso de condena a muerte o a cadena perpetua.

El recurso debe ser examinado por los nueve jueces que componen la Cámara de Apelación del Alto Tribunal y cuyo funcionamiento se asemeja más a una corte de casación, puesto que la apelación debe estar motivada por un error en el proceso o por el no respeto del derecho.

Rechazo de Blair

El primer ministro británico Tony Blair reiteró hoy en Londres su oposición a la pena de muerte, «sea la del (ex presidente iraquí­) Saddam Hussein o la de cualquier otro».

«Estoy contra la pena de muerte, sea la de Saddam (Hussein) o la de cualquier otro», declaró Blair en su rueda de prensa mensual, en la que fue interrogado con insistencia por los periodistas respecto a si se oponí­a o no a la condena a la horca del ex presidente iraquí­ pronunciada el domingo en Bagdad.

«El juicio de Saddam nos recuerda la brutalidad» de su régimen, afirmó Blair, que opinó que «el mundo no serí­a un lugar mejor» si el ex dictador iraquí­ «se mantuviese en el poder».

«Su juicio nos dio la oportunidad de recordar lo que fue Irak en el pasado: la brutalidad, la tiraní­a, los cientos de miles de personas que fueron muertas, las guerras en las que hubo un millón de ví­ctimas», señaló.

Saddam fue condenado por la matanza de 148 habitantes chií­tas del poblado de Dujail, al norte de Bagdad, en 1982.