Magda Eunice Sánchez, en nuestra memoria


Dante Liano

El poder nos hace construir monumentos que quiere eternos, y mientras más grande es el poder, mayor el monumento. Pirámides, esfinges, coliseos, palacios e iglesias son los sí­mbolos del paso por la tierra de enteras generaciones. En el caso del artista, no hay poder que transmitir. Sólo memoria y una memoria casi aérea, cuya solidez está en la ligereza, cuya potencia está en la amabilidad. El artista vive en la memoria de los demás porque les demuestra su cualidad humana, los confirma en ella, los hace sentirse aliviados del peso de la opresión de ese ambiguo y contradictorio estado. De entre los escombros de los desastres y sufrimientos que sólo los seres humanos pueden provocar, surge al arte como una demostración de la sustancial alteridad del ser. El arte recuerda la aspiración latina: Ad astra per asperum. Nos elevamos hacia los más altos deseos a través de las iluminaciones del artista, que, con una suerte de epifaní­a, nos permite entrever a cuáles excelencias hemos sido llamados. Conocimiento, consuelo y mandato, violenta revelación de la conciencia.


Los dibujos y pinturas de Magda Eunice Sánchez poseen esa cualidad. Desvelamientos instantáneos, con una fuerza inusitada, que nos desnudan las posibilidades del espí­ritu. Hay un deliberado juego de conceptos en el haber escogido sólo desnudos femeninos, en la obra de Magda Eunice Sánchez, para elaborar una metáfora sencilla, directa, sin necesidad de tantas elaboraciones teóricas, La desnudez como metáfora de la poesí­a que revela el conocimiento, o parte de él. Las «majas» de Magda Eunice se despojan de todo artificio para mostrarse, desabrigadas, en la pureza del trazo y, cosa inusitada, con extraordinario pudor.

La limpidez de la lí­nea y la seguridad del dibujo, en donde el talento natural impide el error, están al servicio de una diafanidad que parece suspenderse por encima de las superficies, emerger de ellas, quedarse flotando en ensoñaciones o desconciertos (ojos muy grandes que parecen asombrados o estupefactos, cabellos al viento como si se moviese la figura hacia ninguna parte, manos musicales que extienden dedos ahusados y ciegos). En otros, raros pero significativos casos, la mujer aparece angustiada, o triste, o descuidada de sí­.

Son dibujos de cuerpos, algunos estilizados, en una aristocracia sensual y muy propia de la artista. Otros más carnales, más llenos, más cercanos al deseo. El cuerpo es deseo, la proyección de un espí­ritu obsesionado por el arte. Y el deseo es vida. Sin deseo no hay vida. No vivimos sin él. He aquí­, pues, con sus «majas», el deseo y la vida de Magda Eunice. Sí­, en la memoria nuestra, llena de afecto; más todaví­a, en la concreción sensual de los cuerpos que testimonian como Magda Eunice sigue viva en una obra llena de encanto, la magia y la seducción de los cuerpos que reclaman vivir para siempre, como ella vivirá, siempre.

«Majas» es el sugerente tí­tulo de la exposición póstuma de dibujos inéditos de la extraordinaria artista Magda Eunice Sánchez (1946-2008) que se inaugurará el martes 26 de agosto a las 19:00 horas en la galerí­a El Túnel de la plaza Obelisco (16 Calle 1-01, zona 10). Se trata de una selecta colección de dibujos rescatados de entre sus papeles personales que datan de los años 90 a la fecha, principalmente desnudos femeninos realizados al carboncillo y que resumen la gracia, la delicadeza y la levedad que caracterizan el peculiar estilo con que esta pintora conquistó el importante lugar que ocupa dentro del arte nacional.