Necesaria la cohesión social como programa polí­tico


Se hacen necesarias alianzas polí­ticas ilimitadas entre los paí­ses centroamericanos para favorecer la gobernabilidad democrática sustentada.

EDGAR GUTIí‰RREZ/CEESC

Ahora bien, para favorecer la gobernabilidad democrática sustentada en cohesión social, no propongo acuerdos en cada paí­s, sino alianzas polí­ticas limitadas, que, eso sí­, debe dejar fuera intereses de las oligarquí­as criollas y de las mafias criminales. Debe proponerse la cohesión social como programa polí­tico. Y tiene que articularse regional e internacionalmente, a través de proyectos de integración regional, que incluyan los espacios subnacionales para favorecer la descentralización, la organización y participación social.


Sólo una alianza de este tipo, que incluye a las élites empresariales que operan realmente -y bajo riesgo y asfixia- en el plano real y de competencia; una alianza que incorpora a los partidos con noción de Estado, a los medios de comunicación, las universidades y centros de estudios, y a los movimientos sociales. Sólo así­ se puede abrir brecha hacia una gobernabilidad democrática basada en un programa de cohesión social con tareas reformistas del Estado, muy básicas, y mostrando eficacia económica y social.

Pasemos ahora a ensayar un esbozo sobre una posible perspectiva guatemalteca de la cohesión social. Quiero subrayar este punto, porque me parece fundamental que desarrollemos un pensamiento propio de propuestas y estrategias aterrizadas y culturizadas, que deben tener la polí­tica como eje de realización.

El enfoque de un paí­s como Guatemala, y eventualmente Centroamérica, debe procurar un claro establecimiento de prioridades sobre las tareas de la cohesión social y las relaciones de las diferentes esferas de acción. La combinación de factores como desigualdad, exclusión, pobreza, crecimiento, identidad, marginación y papel del Estado va a dar, como es previsible, un paquete muy diferente al europeo.

La reflexión y las polí­ticas de cohesión social nuestras no pueden dejar de considerar, entre otros, estos rasgos básicos de la región, que ahora anoto sin intención de prioridades:

* Patrones persistentes de desigualdad social instaurados desde la experiencia colonial, que constriñen la movilidad social e impiden la ampliación y el fortalecimiento del capital humano (nutrición, educación y salud).

* Fragilidad del régimen polí­tico democrático resultado de su larga coexistencia con la desigualdad social.

* Ausencia de una cultura de la equidad, propiedad y empleo regulado.

* Impactos de un proceso incompleto y distorsionado de adaptación al proceso de globalización.

* Marcadas diferencias regionales intraestatales y su superposición con los mapas de la pobreza y etnicidad.

* Grave erosión del capital social, que se manifiesta en algunos casos en anomia, desconfianzas profundas, ausentismo social, imposibilidad de organización acumulativa y destrucción de lazos de solidaridad y reciprocidad.

* Polí­ticas de combate a la pobreza con magros resultados e inexistencia de polí­ticas de lucha contra la desigualdad.

* Desempeño pobre, desequilibrado e inestable de las economí­as en los años noventas, que fue la década más exitosa de la economí­a mundial después de los años sesentas.

* Persistencia de tasas de fiscalidad incompatibles con un Estado fortalecido y de estructuras tributarias contrarias a la equidad.

Concluyo con algunas propuestas para la reflexión: En primer lugar debemos advertir que el uso y manejo del concepto de cohesión social no debe significar una relectura débil y distorsionada de las viejas teorí­as del desarrollo. Por el contrario, bajo el paraguas de la cohesión social es posible, e imprescindible, retomar la reflexión autónoma sobre el desarrollo integrado y sustentable de Guatemala y Centroamérica, una reflexión que quedó postergada por el paradigma tecnocrático de la modernización durante las últimas dos décadas.

En segundo lugar, las polí­ticas de cohesión social deben incorporar, por eso mismo que dije, metas articuladas desde la integración regional y la cooperación internacional. Básicamente: erradicar la pobreza; reducir la desigualdad; acabar con la exclusión y promover la participación.

En tercer lugar, nuestros paí­ses atraviesan una encrucijada entre procesos de modernización y globalización que amenazan con impedir el retejido social en el marco de estados nacionales débiles. Ello está erosionando el propio proceso de integración regional. Estamos respondiendo más a impulsos y ritmos de fuera, como los Tratados de Libre Comercio, el Plan Puebla Panamá o Plan de Mesoamérica y otros, sin que hayamos cristalizado nuestra propia integración, sin que seamos capaces de concedernos entre nosotros lo que sí­ estamos dispuestos a ceder a terceros.

Un renacimiento de la integración centroamericana es viable si somos capaces de impulsar las polí­ticas adecuadas para la cohesión social, que estén asociadas a la modernización productiva y la integración polí­tica. Por lo dicho, serí­a importante trabajar en torno a por lo menos tres asuntos:

* Elaborar una perspectiva centroamericana de cohesión social que fortalezca por la integración regional.

* Organizar un intercambio de experiencias de polí­ticas de cohesión social con sectores académicos y técnicos europeos y centroamericanos.

* Elaborar metodologí­as especí­ficas para la región que permitan diseñar polí­ticas de cohesión social, tejiendo redes de instituciones regionales y nacionales para la cohesión social, gestionando la promoción entre los actores polí­ticos y la opinión pública de las nuevas polí­ticas de cohesión social, y ubicando y generando los recursos financieros que hagan viables las polí­ticas e instituciones de la cohesión social.

Es en estos términos, de nutrir la cultura civilizatoria de la democracia, que un acuerdo de asociación con la Unión Europea resultará fecundo para los centroamericanos.

«Estamos respondiendo más a impulsos y ritmos de fuera, como los Tratados de Libre Comercio, el Plan Puebla Panamá o Plan de Mesoamérica y otros, sin que hayamos cristalizado nuestra propia integración, sin que seamos capaces de concedernos entre nosotros lo que sí­ estamos dispuestos a ceder a terceros»

Edgar Gutiérrez