La religión y la incidencia en los conflictos internacionales


He abordado, cada vez que me ha sido posible: foros, radio, prensa y aulas universitarias, desde una visión eminentemente ecuménica, acerca de las diversas posiciones que desde la religión los conflictos asumen.

Lic. Carlos Escobedo

No es mi intención indagar teológicamente sobre las religiones, mas bien partiendo del principio de la tolerancia -en la cual creo ciegamente- y desde una visión idealista que contradice a la Real Politik, concibo un mundo diverso, con todas los credos y razas dialogando, consensuando, buscando soluciones y trabajando en la edificación de un mundo más humano y pacifico. Cabe preguntarse desde un ensayo meramente práctico y si se quiere hasta cierto modo empí­rico, ¿cuándo? o ¿cómo? los intereses del hombre y no de Dios intervienen en sus designios, donde se encuentra el lí­mite de lo imaginario y de lo real, donde se interceptan las lí­neas de lo divino y de lo que el hombre considera divino, en pocas palabras: donde empieza a intervenir el hombre y hasta donde se le deja actuar a Dios.

Y es que la columna de esta tarde no es una columna teológica ni nada que se le parezca, mi intervención persigue que usted desde su ámbito dimensione que más allá de los intereses económicos o geoestratégicos, el hombre a lo largo de su historia ha intentado afanosamente imponer «el orden» que origina conflictos, reviviendo en muchí­simos casos cruzadas militares en nombre de la civilización que intentan imponer conceptos y democracias.

A mi entender el mundo no se encuentra partido ni en choque tal, y como lo presenta Huntington (ref.: Choque de Civilizaciones), lo que chocan son los parámetros del mundo que desde la Fe se puede tener.

Ahora bien, si desde la profesión de la Fe se empuña la espada, queda una cuestión interesante para debatir ¿Cuándo se radicaliza el conflicto?, los conflictos tienden a radicalizarse por varias ví­as, dentro de ellas encontramos: la imposición de condiciones, la segregación, la intolerancia, la inconsistencia de dialogo y las injusticias sociales, tienden a ser la forma econosociológica que en una sumatoria potencializan las posiciones y redimensionan tensiones. Si a este elemento le agregamos una altí­sima dosis de ignorancia, encontramos presa fácil y cultivo de radicales en todas sus formas de expresión posibles. Obviamente esta situación la hemos visto no solamente en el Medio Oriente. Irlanda, los Balcanes, la Alemania hitleriana, el conflicto Turco – Armenio y sin duda un sinfin de situaciones que a lo largo de la historia hemos presenciado.

Conflictos en nombre de la fe ha habido muchí­simos, lo que queda para el analista es trabajar en función de evitar que esta variable impredecible y poco manejable se salga de las manos y nos lleve realmente a una guerra en nombre de Dios.

Todo conflicto se reviste de variables, estas son en pocas palabras, las justificaciones hipotéticas de una confrontación. En teorí­a los conflictos pueden alimentarse por 2 como máximo 3 variables, estas a su vez tienden a profundizarse en temas especí­ficos, permí­tanme explicar: Por ejemplo, si la variable de un conflicto es la tierra, tendrí­amos que dimensionar los elementos que de la variable derivan: condiciones de vida, servicios básicos de salud, situación económica, accesibilidad, injusticia social, etc. Entonces verí­amos que la tierra es la cara visible del conflicto, pero que detrás de ella subyacen elementos potencializadores que nos permiten esbozar el criterio que para dirimir en el conflicto habrá que trabajarse en los elementos que lo alimentan.

Bien visto de esta manera la situación no parece ser demasiado compleja, pero que sucede cuando trabajamos con una variable que puede animar un conflicto, ¿Qué sucede cuando trabajamos con posiciones religiosas confrontadas?, peor aun si este conflicto en lugar de 2 o 3 variables encierra unas 6 o 7, ¿buena pregunta o no? Le insto a que profundice en el tema y que en buena medida se encuentra dispuesto a dimensionar que los conflictos como este no tendrán una solución inmediata y que habrá que trabajarse extenuadamente para evitar que el proceso colapse y se radicalice como estamos presenciando desafortunadamente en algunas regiones del Asia.