Cuando uno invierte su dinero en alguna casa de bolsa sabe que está corriendo riesgo y precisamente por ello es que los intereses que pagan las empresas de corredores son superiores a los que se pueden obtener colocando el dinero a plazo fijo en algún banco y el inversionista no puede recibir garantía alguna de cuál será su tasa de retorno, porque obviamente dependerá del rendimiento de las acciones o de las mercancías que se compren.
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Por ello desde el principio la inversión que hizo el Congreso del dinero público en la empresa Mercado de Futuros tenía elementos anómalos puesto que se pactó como si fuera un depósito a plazo fijo, con tasa de interés acordada entre las partes, lo cual únicamente era posible si se pensaba en una cantidad muy inferior a la que estaban ofreciendo a quienes acudían a realizar verdaderas inversiones de bolsa. No comparto la idea de que por la baja súbita del petróleo la semana pasada el dinero del Congreso no se pudo recuperar, puesto que si había sido invertido en compras a futuro de crudo, en febrero, que fue cuando se hizo la inversión, el precio estaba debajo de los cien dólares por barril y la semana pasada estaba arriba de los ciento veinte.
Obviamente la atención pública y el olor a podredumbre de inversiones que pagaban no sólo intereses sino comisiones bajo la mesa debe haber pesado en el ánimo de gente que realmente invertía en la bolsa sabiendo de los riesgos que corría pero confiando no sólo en la habilidad sino en la honestidad de sus corredores. Si de pronto se sabe que un corredor de bolsa es un largo que hace trinquetes como los que salieron a luz en estos meses, obviamente el inversionista que sabe no querrá mantenerse en ese ambiente porque, repito, la confianza que genere el corredor de bolsa es esencial.
De suerte que no es remoto que muchos de los particulares que invertían en la bolsa confiando en Mercado de Futuros, al darse cuenta de la calidad de corredores a los que estaban «confiando» sus inversiones, decidieran retirarlas por un elemental sentido común de que no puede uno entregar su dinero a gente que incurre en procedimientos inmorales y contrarios a la ética como ese de andar sobornando a políticos para jinetear el dinero público. Porque si algo queda en evidencia con todo lo que se ha sabido es que MDF realmente lo que hacía con el dinero del Congreso era jinetearlo con la idea de pagar una comisión menor de lo que ellos podrían ganar, incluyendo desde luego la mordida que tenían que pagar a los funcionarios. Y eso en el mejor de los casos, si la inversión resultaba siendo exitosa y se superaban todos los riesgos naturales del juego en la bolsa con la compra de mercancías a futuro.
No cabe, pues, andar con tapujos en este caso porque desde que se tomó la decisión de colocar el dinero se estaba jugando a una especie de ruleta rusa y, sobre todo, la gente del Congreso tenía que entender cuán grande era el riesgo de entregar esa millonada a gente inescrupulosa que pagaba jugosas comisiones a los pícaros. Por supuesto lo obvio es que a los que tomaron la decisión les importaba un pepino el destino final del dinero porque lo que buscaban era la ganancia rápida de la mordida oportunamente recibida. Y tomando en cuenta los niveles de impunidad en el país y cómo salvo aquellos funcionarios del gobierno de Portillo consignados en ese mismo período, como los casos de Gobernación y el IGSS, en nuestro país nunca se persigue a nadie por enriquecimiento ilícito ni por actos burdos de corrupción.