El pasado viernes 25 de julio, noticiarios y noticieros, haciendo alarde del gran despliegue que hicieron agentes de la Policía Nacional Civil y fiscales del Ministerio Público, dieron cuenta que esas fuerzas de seguridad del Estado se dedicaron, en horas de la mañana y el mediodía, a catear las instalaciones de la Dirección General de Transporte y oficinas aledañas de particulares que efectúan trámites vinculados al transporte extraurbano y colectivo de pasajeros, a fin de localizar documentos falsificados que se utilizan ilegalmente para extender autorizaciones de rutas al y en el interior del país.
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Esa misma tarde, La Hora confirmó que la Fiscalía de Delitos Administrativos y elementos de la PNC efectuaron los cateos; pero posteriormente se supo que fueron infructuosos porque no ubicaron evidencias de los señalamientos que el propio director general de Transportes, señor í‰dgar Marroquín Luna, reveló públicamente.
Cuando me enteré de las primeras noticias referentes a este allanamiento, me dije a mí mismo que finalmente se estaban adoptando medidas severas para terminar con la corrupción imperante en la DGT; pero, al parecer, sólo fue llamara de tusas, para decirlo con lenguaje popular, en vista del fracaso del operativo
Hasta el momento, todo está en calma en lo que concierne al transporte extraurbano, porque no ha ocurrido un accidente de graves y funestas consecuencias; pero tan pronto ocurra un percance de alarmantes proporciones, nuevamente las páginas de los diarios impresos y los espacios de los medios radiales y televisivos estarán saturados de la información pertinente, y editorialistas y articulistas de opinión reiteraremos ácidas críticas, exigiendo que el Gobierno, específicamente el Ministerio de Comunicaciones, Transporte y Vivienda y la dirección general respectiva adopten decisiones fulminantes y determinantes para evitar que se repita esa clase de accidentes.
Pareciera que las autoridades del ramo y el propio Ejecutivo sólo reaccionan cuando la presión mediática se deja sentir después de una de las tantas tragedias en las carreteras; pero todo vuelve a una falsa tranquilidad cuando nuevos acontecimientos desplazan las noticias que atañen a los accidentes de autobuses extraurbanos y del transporte pesado en general, como que un manto de olvido se tendiera sobre las víctimas y los sobrevivientes, para ser destapado otra vez cuando se repite otro grave percance.
Ignoro si el señor Marroquín Luna es especialista en asuntos referentes al transporte de pasajeros y la red vial, o si fue designado para el cargo de director de Transportes únicamente por ser afiliado al partido oficial o porque es amigo del ministro de Comunicaciones u otro encumbrado personaje; pero aun sin que fuera experto en el tema, ha dado muestras de tener la voluntad de acabar con la corrupción en esa institución del Estado, que conjuntamente con la Intendencia de Aduanas y la Dirección General de Migración, han sido nidos del tráfico de influencias y de dinero bajo la mesa o descaradamente, sin que todos los gobiernos que se han sucedido desde hace décadas se hayan propuesto y logrado acabar con la corrupción reinante, aunque debo reconocer que la Superintendencia de Administración Tributaria ha limpiado de corruptos la aduana de El Carmen Frontera.
Asimismo, gracias a la decisión del presidente de la Comisión legislativa de Transporte, diputado Noé Orellana, y la participación efectiva del señor Marroquín Luna, además de las recias actitudes de fiscales del Ministerio Público, se está avanzando en el proceso encaminado a encontrar responsables del trágico accidente ocurrido en la curva de El Chilero, cuando 26 personas perdieron la vida; pero falta mucho por hacer, especialmente en eliminar la corrupción y en adoptar medidas preventivas, para evitar otros fatales accidentes en las carreteras, pero para ello se requiere voluntad política y capacidad técnica, a fin de que los operativos como el del viernes anterior, no sean sólo un alegrón de burro, dicho sea con disculpas a estos équidos.
(El transportista Romualdo Yantas le reclama al chofer de una de sus camionetas extraurbanas: -No me importa mucho que te durmás en los viajes; pero es que tus ronquidos despiertan a los pasajeros).