Petrocaribe: tantos secretos dan mala espina


Bien decí­a mi recordado padre que «secretos en reunión son señal de mala educación» y esto es peor en materia polí­tica, porque da mucho en qué pensar tantas reuniones a «puerta cerrada» con Tirios y Troyanos, cuando nada cuesta y aparte de ello es obligación del Estado, informar debidamente a la población de todo asunto que le interese. De esa cuenta, cuando supe que don ílvaro Colom habí­a partido hacia Venezuela a dar su consentimiento del proyecto Petrocaribe, sin habernos dicho al detalle de qué se trataba, hice la siguiente consideración: ¡después se queja de los malos resultados que ha obtenido en las encuestas de opinión!

Francisco Cáceres Barrios

A su regreso, como todo ciudadano preocupado de las consecuencias que ha traí­do el alza de los precios de los combustibles, me quedé sentado esperando una masiva campaña informativa para que cada quien pudiéramos autorespondernos: ¿qué va a pasar en el supuesto caso de que bajaran los precios internacionales del petróleo?; ¿el convenio obligarí­a a Guatemala para que sólo de Venezuela pudiéramos importar los combustibles?; ¿hasta dónde nos van a poder endeudar? o ¿es que Colom podrá empeñar el futuro hasta de nuestros tataranietos? En cambio, sólo ciertos señorones pueden saber las respuestas, como los diputados, los pseudolí­deres sindicalistas o los tatascanes de los llamados partidos de oposición, que van a dar su conformidad, siempre y cuando puedan satisfacer sus particulares intereses, costumbre tradicional en nuestro paí­s.

Por otra parte, ¿usted, estimado lector, podrá responder con precisión ahora cómo se van a manejar más de Q 7 mil millones que gentilmente nos va a financiar Chávez, ya que hasta el momento no han pasado de decirnos que van a ser útiles en programas de í­ndole social? Suena muy bonito, al estilo de Walt Disney, eso que van a comprar un montón de autobuses para 18 cabeceras departamentales; más chulo todaví­a que van a sustituir deuda cara por barata; que se va a poder reactivar el ferrocarril como medio de transporte, construir hospitales, dar préstamos baratos, en fin, todo aquello que pueda endulzar los oí­dos de nuestra gente más necesitada pero, ¿quién garantiza que tan caros objetivos se van a cumplir, como que cada autobús no nos vaya a costar el triple de lo que vale en el mercado o que cada hospital a la hora de inaugurarlo, no va a tener ni jeringas para poner inyecciones?

Lo anterior no es producto de mi acalorada imaginación ni cosa que se parezca, sino consecuencia de que llevo muchos años de estar viendo que las compras, licitaciones o fideicomisos se manosean de manera increí­ble; que la Contralorí­a General de Cuentas, ni es general, ni controla, mucho menos revisa las cuentas y que el Ministerio Público a la hora de recibir denuncias es más lento que el tráfico de la Calzada Aguilar Batres.