Julio Donis
Como mencionaba en otro artículo de este espacio para el debate político, la política enfrenta, todos los días, problemas de credibilidad y confianza que debe remontar y revertir. En ese escenario, la Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos debe convertirse como apuntaba también, en un esfuerzo de cambio normativo modernizante de las reglas de funcionamiento de los vehículos de la democracia, los partidos.
La sociedad guatemalteca no es la misma que fue testigo de los Acuerdos de Paz, a pesar de todo muchos espacios se han abierto y las condiciones para la participación ciudadana han mejorado desde el lado de la institucionalidad democrática. Lo que corre a otro ritmo, sin embargo, es el desarrollo de la cultura política de los chapines que se asumen a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor, pero sin una clara postura política sobre su propia condición.
En este marco, la democratización de los partidos políticos es uno de los caminos para fortalecer aquella participación que anotaba, lo que a su vez debe, en el tiempo, politizar. En esta ruta, ha sido sujeto de controversiales debates en diversos países, la alternativa de las cuotas a la participación, como mecanismo que se ha asumido para favorecer la efectiva presencia y acción de segmentos de población que son mayoría cuantitativa, (es el caso de la población de mujeres como factor demográfico) pero minoría en cuanto a la posibilidad que el sistema les asegure un lugar en condiciones de equidad.
La mujer en la política.
La llegada de la mujer a la política es un signo que marcará los tiempos venideros, ellas estarán más y más presentes en distintos ámbitos de la vida, y la política será uno de los escenarios en el que veremos, los hombres, como el panorama empieza poco a poco a complementarse. Naturalmente eso es más fácil en sociedades con una mejor intermediación social y política y las que han resuelto su pasado; me temo que Guatemala aún arrastra grandes culpas de Estado que se han convertido en sistemas sociales de exclusión y autoexclusión que se refleja en las acciones cotidianas de los guatemaltecos al eliminar o desconocer al otro.
Si la democracia como sistema de valores ha sido asumida como el conjunto de reglas del juego del sistema político, la representatividad es uno de dichos valores y como tal se supone que los que estamos afectos a dicho sistema, acudimos a derechos y obligaciones en condiciones iguales. El tema de las cuotas tiene que ver con estructura, aunque como tal es una herramienta técnica política de aplicación en los sistemas electorales que puede o no funcionar y depende en todo caso de las voluntades políticas.
Por lo tanto esta reflexión se dirige a través del instrumento de las cuotas para enfocar en la posibilidad o no de obtener más y mejor democracia. A partir de la experiencia nacional, es importante desmantelar algunos mitos sobre la experiencia y aporte de las mujeres en la política y destacar en su justa medida las condiciones en las que participan hombres y mujeres. En principio y si bien la lógica del poder masculino ha impuesto condiciones difíciles para la participación plena de las mujeres, de acuerdo al machismo, tampoco es cierto que la carrera política de algunas mujeres es más honesta, más sensible o más desprendida que la de los hombres haciendo una comparación directa. La verdad es que el clientelismo político barre por estos campos a hombres y a mujeres por igual. Si bien las cuotas representan una alternativa para elevar la presencia de mujeres en los ámbitos del poder (congreso, partidos políticos, etc.) no se puede perder de vista que esas mujeres que han llegado a espacios de poder sean reticentes, adversas o con poco compromiso con la causa que mejores y más equitativas formas de participación. Esta es quizá la clave política para medir la efectividad de las cuotas.
Dicho en otras palabras con una pregunta: ¿representan las mujeres que hemos visto asumir poder en Guatemala, sea en el Congreso o en partidos políticos, a los intereses de las mujeres guatemaltecas?, además por supuesto de los intereses del partido. La pregunta no es menor puesto que dilucida el nivel de compromiso de mujeres privilegiadas por otras mujeres. Por el otro lado, el efecto de las cuotas de hecho ha incrementado la participación de las mujeres; recientemente hemos visto la asunción de dos mujeres a la Presidencia de sus países (Chile y Argentina); once países en Latinoamérica han adoptado este sistema, sin embargo la efectividad de tal instrumento se ve limitada además de un escenario social adverso, por el tipo de sistema electoral o por mala precisión al instituir esta medida en la legislación respectiva.
La viabilidad de una alternativa como la de las cuotas a la participación de las mujeres implica el entramado de otras variables; no se reduce a la acción posmodernizoide de usar el y ella en todos los textos, tampoco es solo un tema de machismo (aunque reconozco que es una causa fundante); de lo que se trata es de construir, ya que adoptamos ese sistema, una democracia auténticamente representativa y eso pasa por generar condiciones para que las mujeres tengan acceso al poder al igual que nosotros los hombres. Para el proceso de Guatemala, aunque el terreno de las reformas electorales aún parezca árido para este tipo de opciones, es importante que los diputados promuevan el debate y la reflexión porque tarde o temprano las mujeres llegarán al poder.