Raúl tiene su tumba pública


Los cubanos desconocen la última morada de Fidel Castro, pero pueden visitar la que el presidente Raúl Castro preparó para su muerte, en un mausoleo dedicado a los héroes de la revolución en las montañas de Santiago de Cuba, en el oriente de la isla.


Cuando muera Raúl Castro, de 77 años, sus restos serán cremados y las cenizas depositadas en un monolito de 130 toneladas, enclavado en el mausoleo a los combatientes del II Frente Oriental, que comandó en 1958 en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, en la Sierra Cristal, unos mil kms al sudeste de La Habana.

Allí­, tras besar la urna, el general de cuatro estrellas colocó, el 23 de junio de 2007, las cenizas de su esposa Vilma Espí­n, compañera de armas con quien se casó a los pocos dí­as del triunfo de la revolución en enero de 1959, y tuvo cuatro hijos.

«El monolito es un sí­mbolo de la fortaleza de la revolución», comentó a la prensa extranjera, Madelaine Venegas, guí­a del mausoleo, durante un recorrido organizado en el marco de la conmemoración de la fiesta del 26 de julio, la más importante de la revolución.

Adornada con flores naturales, «la gran pasión de Vilma», explica Venegas, la roca fue llevada en 2001 a la intrincada zona montañosa desde la Gran Piedra, ubicada 1.225 m sobre el nivel del mar en la Sierra Maestra, principal teatro de combate de Fidel y su ejército de «barbudos».

Pese a los 70 kms que lo separan de Santiago de Cuba, más de 69 mil cubanos y turistas extranjeros visitaron en 2007 el monumento, rodeado de palmas y donde la quietud sólo es quebrantada por una ligera brisa y el trinar de los pájaros.

«Algunos quedan sorprendidos al leer el nombre de Raúl», al costado del de Vilma, en la inscripción de bronce verde oliva empotrada en el centro de la piedra, dijo íngel Leonidas, otro de los guí­as.

«Algún dí­a tendrá que ser (la muerte de Raúl), va a tardar muchos años», expresó el coronel Alberto Vázquez, combatiente del II Frente y director del complejo, tras subrayar que eso no le preocupa «porque la continuidad de la revolución está garantizada».

Raúl asumió la Presidencia de Cuba en febrero pasado pero estaba al mando desde julio de 2006, cuando su hermano Fidel, quien cumplirá 82 años en agosto, enfermó gravemente y le cedió el poder de forma provisional.

Frente al monolito, está la tumba del coreógrafo español Antonio Gades, construida como una palma trunca, que se levanta sobre un tablado hecho con piedras de su natal Valencia (España, este), frente a una réplica de los zapatos de baile -elaboradas en mármol negro- en acción de taconeo.

Poco antes de morir en julio de 2004, el bailarí­n comunista legó por escrito sus cenizas a «su compadre» Raúl, quien las depositó en la tumba el 27 de marzo de 2005.

En una esquina discreta del mausoleo, a la sombra, como fue su vida, está la tumba de Manuel Piñeiro, el legendario comandante «Barba Roja», que por instrucciones de Fidel propició en la década de los «60 movimientos guerrilleros de izquierda en toda América Latina, excepto en México.

Los cubanos, que han estado ajenos a la vida privada de Fidel Castro, quien los gobernó durante casi medio siglo, sienten curiosidad por conocer dónde será sepultado su «Comandante en Jefe», aunque el tema no les quita el sueño.

«Realmente no sabemos qué sucederá con eso, pero se me ocurre que esparzan sus cenizas sobre la Sierra Maestra», especuló Pablo Garcí­a, un obrero de la construcción de 57 años.

En el cementerio Santa Ifigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba, está la tumba del Héroe Nacional José Martí­, de los asaltantes al cuartel Moncada, cantantes como Compay Segundo y otras personalidades de la cultura y la vida polí­tica de la isla.