Salgo de casa; la frustración es ese vapor que sale de la lluvia de anoche mezclada con el calor de la mañana. Julio al final de mes. Día de San Cristóbal, para ser más específico. Ese santo que presuntamente protegía a los pilotos y que hoy día se hace el loco cada vez que les cobran las extorsiones y ellos no pueden pagarlas.
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Las personas están optando por dejar sus automóviles. La gasolina está muy cara ya; no es rentable usarlo. El gobierno nos recomienda solidaridad como medida de ahorro, que nos vayamos con nuestros vecinos. Pero todos vamos a destinos distintos, ¿cómo poder hacerlo?
Los niños, que antes iban acompañados de sus padres, ahora es usual que viajen ellos solos a la escuela. Una pareja de jubilados sale a ejercitarse por la calle; más bien a caminar. Una vida lejos de la preocupación del trabajo, pero con las preocupaciones de cómo sobrevivir, los sigue llenando de estrés; el IGSS señala a algunos funcionarios que han desviado los fondos de los pensionados, personas que ya ni a sus padres respetan.
Por las calles y avenidas principales, las camionetas olvidaron el adorno del Día de San Cristóbal. ¿Para qué celebrar cuando la espada de Damocles puede caer hoy mismo? La única alegría del día es sintonizar a todo volumen una emisora de «reggaeton», que también alegra a los viajeros. Gente que mira por la ventana desconsolada, viendo a sus hermanos guatemaltecos sufriendo, igual que ellos mismos.
En las grandes estaciones, la gente baja y empieza a caminar, como ovejas arreadas por un imaginario celador que las conduce a los lugares de trabajo, esas cajas de concreto y lámina sin alma, que no se contentan con chupar todas las energías de las personas. Dicen que la Comisión Tripartita del Salario Mínimo está pensando en regular el trabajo por hora en Guatemala, lo cual haría que cada vez menos trabajadores tengan prestaciones.
Hora del almuerzo; hora de salida… Todo es igual, la gente, cabizbaja, busca salirse un poco de su rutina de tedio y de esfuerzo infructuoso. ¿Podremos mejorar nuestra situación? Mentiras neoliberales.
De regreso a casa; una felicidad casi ingenua nos invade, pensar que hemos salido de nuestro infierno y que nos conducimos a algo mejor. Soportamos un poco más el tráfico, el elevado volumen del perreo del piloto del autobús.
Pero se nos olvida que en la casa nos espera ese agujero en la lámina por el que se entra la lluvia; que falta el gas; que el niño necesitaba ilustraciones de los presidentes de Guatemala, esos personajes que algún día creyeron que mejorarían nuestra situación pero…, ya ven, no lo hicieron. Esos gobiernos de solidaridad, pero ni siquiera ellos son sólidos entre sí, y a la menor vacilación los hacen renunciar.
Por fin un poco de paz; la noche pinta de negro nuestras almas. Los noticieros no comentan nuestras historias, sólo la de dos o tres para quienes todo terminó, por un balazo que buscaba un golpe de suerte y robar una buena cantidad de quetzales.
Nuestras mentes se nublan, se oscurecen; los párpados caen pesados, pero rápido se alertan al pensar lo que se debe hacer al día siguiente: una jornada más en la Nueva Guatemala de la Asunción.