Mi dilecto Uaio Biatoro (tu nombre por mí estilizado en el fragor de escaramuzas periodísticas):
He preferido dirigirme a vos y no a tus lectores, en primer lugar porque a ellos no los conozco, aunque puedo imaginarlos, y debido a que sos el principal interesado, por el momento, en conocer una inicial impresión sobre tus relatos, cuenterailes y otros cuenteretes. De lo que se trata, en este caso, es de introducir a otros, o introducirme yo mismo, hasta donde quepa, en los sucedidos y aconteceres que referís, a manera de preparación o prevención al lector ante escenarios imprevisibles pero en los que casi cualquiera puede verse envuelto y expuesto, con o sin su voluntad.
Me gustaría ir al meollo, Uaio, pero sucede que en la lectura de una treintena de textos diversos, tipo miscelánea y variada temática, nos encontramos con cuentos hechos y derechos, anécdotas reales o fingidas, chistes a lo don Chevo, casos debidos al acaso, ocurrencias que ocurren en el terruño evocado…, y entonces lo esencial se halla disperso y atomizado, a modo de una exposición de cuadros donde se esboza a una sociedad abigarrada, pluri y multi en todos sentidos como la guatemalteca.
Te propusiste no espantar ni turbar el ánimo del lector, más bien con el fin de que duerma bien y no tenga pesadillas inducidas ?ya bastante tenemos con las notas rojas y/o políticas en los periódicos y telenoticiarios?. Al contrario, tus textos son digeribles y digestivos, de entretenimiento «sano», de heterogénea gama, sin escabrosidades ni truculencias al uso, porque para estar a la altura de los tiempos, según cierta preceptiva efímera, en complicidad con el mercado o la oferta y la demanda, hay que darle de beber sangre caliente al leyente, volverlo coautor de asesinatos en serie y de la más incestuosa pornografía con ribetes voyeuristas y onanistas.
Por cierto, esperaba más lances y andanzas del mentado romualdo, entiendo que tu ego alternativo, ese ubicuo, multifacético, milusos, multiforme y talla única, personaje que vive introduciéndose, también, en los zapatos, botas, tenis y caites de casi toda la flora y la fauna con apariencia humana, cumpliendo así, lúdicamente, con el aserto goethiano de que nada humano le es ajeno. Aunque después de la parranda en que se vio involucrado, con añadidura de un zapato en calidad de cuerpo del delito, comprendo que Romualdo todavía anda curándose de las infringidas escaldaduras conyugales y no está para nuevos y pecaminosos trotes. Aunque quién sabe.
Sin menoscabo alguno de tu narrativa, el lenguaje que utilizas es el convencional, sin complicaciones estilísticas o experimentales, de fácil lectura y asimilación, con visos de la tradición picaresca chapina, en que lo anecdótico, el hecho curioso o suceso incidental, adquiere igual relevancia que las palabras utilizadas para relatarlo. O sea que relato y relator van de la mano; con objetividad, podría decirse.
Sin otro particular por el momento, mi bienquisto e inquieto Uaio Biatoro, aquí la corto por lo sano. (Texto original.)
Eduardo Villatoro, ROMUALDO -Cuentos, cuenterailes y cuenteretes-, 134 páginas, F&G Editores, Colección El Sombrerón 1, Guatemala, 2008.