En mucho me parece estar viendo una repetición del fenómeno que vivimos en tiempos de Jorge Serrano, cuando el Gobierno para lograr la aprobación en el Congreso de proyectos que le interesaban al Presidente, hacía uso del tráfico de influencias, los sobres con los tristemente célebres dobletes y las canonjías para los diputados y dirigentes de los partidos de la mal llamada oposición. En esta ocasión el Gobierno tiene una agenda legislativa importante en la que destacan temas como la ampliación presupuestaria, la reforma fiscal y, sobre todas las cosas, el convenio de Petrocaribe que le aseguraría una inyección de recursos sin precedentes en la historia del país.
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La primera reunión marcó la tónica, creo yo, y fue la que se sostuvo con la Gana. A diferencia de los tiempos de Serrano, cuando se negociaba con los diputados y a lo sumo con los secretarios generales de los partidos, en este caso se involucró a los alcaldes con el ofrecimiento de dinero para la ejecución de proyectos. 82 millones, la misma cantidad que jineteó el Congreso, fue la que se comprometió con el partido fundado para Berger y el mismo Presidente de la República informó los términos del negocio. Cuando vieron la reacción pública al descarado cinismo de la compraventa, cambió la tónica y ya los viejos zorros del FRG negaron que en los acuerdos se hubiera incluido la transa a favor de los alcaldes y en beneficio de los diputados, pero por supuesto que tras la forma en que pactaron con la Gana ningún bloque parlamentario va a ceder por menos.
En otras palabras, el Ejecutivo está logrando aceleradamente consensos en el Congreso de la República que le permiten ver con optimismo el tema de Petrocaribe que es como la joya de la corona de todos sus proyectos por lo que significa en cuanto a la liquidez para manejar recursos. El costo es, a la luz de lo que estamos viendo, la negociación con los políticos en el más tradicional de los estilos, es decir, comprando voluntades con el dinero del presupuesto. Obviamente en esa tónica de «negociación» nadie estará interesado en promover controles, en establecer candados para garantizar el buen uso del dinero, porque al fin y al cabo, si el punto de partida es una transa para que a todos los bolsillos llegue dinero del erario, es obvio que con lo que venga de Petrocaribe harán chinche.
No comparto la visión dogmática y radical de planteamientos como el de la Cámara del Agro que antepone su antipatía a Chávez a cualquier otra consideración. Creo que Petrocaribe podría ser un instrumento para promover verdadero desarrollo en el país si el dinero se usa bien y se destina a proyectos claramente definidos, pero está visto que el Gobierno no quiere asumir ese tipo de compromisos y prefieren la dispersión de ideas y propuestas para que el día de mañana nadie pueda decir que no están cumpliendo.
La forma en que terminó Serrano es ilustrativa y sólo los tontos no aprenden de la historia. Cuando se compra el primer voto en el Congreso no hay forma de lograr que nadie vote a favor de algún proyecto de interés nacional si no es mediante el respectivo pago y lo más negro de Petrocaribe está en que el mismo Gobierno, para lograr su aprobación, está recurriendo a los viejos mecanismos de corruptela que son tan conocidos en nuestro medio. Todo lo que salga del Congreso a cambio de asignaciones para que los diputados manejen proyectos tipo Pacur con los alcaldes, terminará de hundir al país en la podredumbre.