Muchas veces en la vida uno siente que tiene problemas de gran magnitud que pueden parecer insalvables. Estuvo circulando por Internet en los últimos meses el video de una cátedra impartida magistralmente por el científico Randy Pausch, especialista en computación de la Universidad Carneige Mellon, quien sufría un cáncer terminal y decidió compartir no sólo con sus alumnos sino con quien estuviera interesado, su actitud frente a ese diagnóstico fatal.
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La exposición de Pausch puede verse aún en la siguiente dirección de Internet: http://www.msnbc.msn.com/id/25848017?GT1=43001 y la verdad es que resulta aleccionadora porque no faltan las veces en que problemas que uno siente enormes, pero que tienen solución, lo agobian a uno en forma tan distinta a la que tuvo este profesor para encarar una situación que no tenía remedio, en la que no había solución y la sentencia de muerte era categórica. Ayer se conoció en Estados Unidos la noticia de la muerte de este personaje que había alcanzado posiciones de gran importancia a sus 47 años, pero que dedicó la última parte de su vida a enseñar a los demás a vivir plenamente, a entender el maravilloso don de la vida.
El mensaje del científico era finalmente para sus hijos pequeños, pensando en que ya no podría disfrutar de la experiencia de verlos crecer, de compartir con ellos conocimientos y de ayudar a su formación. Pero lejos de que fuera un mensaje plañidero y lleno de expresiones para generar compasión, era un mensaje que yo lo tomé como desafiante, como un llamado a la conciencia para no dejarnos vencer por las adversidades, grandes o pequeñas, sino poner ante la vida una actitud diferente.
Si todos tratáramos de actuar con la entereza y, sobre todo, con la comprensión del significado mismo de la vida, seguramente que cambiaría mucho no sólo nuestro entorno sino la misma humanidad porque esos ejemplos se multiplican y se vuelven acicate para aquellos momentos en los que uno siente que el cielo se le está viniendo encima.
Todos hemos sufrido en algún momento de nuestra vida esa sensación de agobio ante problemas que pueden parecer muy duros y que, muchas veces, en realidad lo son. Pero si aun frente al más duro problema, el que no se puede resolver, tenemos una disposición que se traduce en manifestación vital de energía, entusiasmo y dinamismo, sin duda que los veremos como más llevaderos.
Es obvio que nadie, frente a la perspectiva de una muerte cierta producto de un mal incurable, puede sentirse tranquilo y despreocupado. Las mayores preocupaciones serán, en muchos casos, no tanto respecto a lo que significa el más allá y el futuro personal, cuanto en el desprendimiento de esos seres que uno ama tan profunda y entrañablemente. Siempre he pensado que el tránsito de la vida a la muerte tiene su expresión más difícil en esa separación con lo más querido porque en nuestra dimensión humana no nos es fácil entender la vida eterna.
No quiero resumir el mensaje del profesor Pausch porque siento que es imposible hacerlo con propiedad. Por ello he preferido publicar la dirección de la página en donde puede verse su conferencia magistral porque siento que es una lección invaluable que a todos nos puede ayudar. Y posiblemente más hoy, cuando sabemos que la lucha por la vida de ese enfermo de cáncer, terminó ayer.