La inversión social


Cuando se habla de la inversión social, una de las reacciones más insistentes es que hay que enseñar a la gente a pescar y no regalarles el pescado, lo cual suena maravilloso y es indudablemente el camino a seguir, pero ante las necesidades urgentes e impostergables de la población más pobre, no podemos dejar que guarden sus ansias de comer hasta que hayan aprendido a producir su comida, si la misma estructura social es la que les ha negado acceso a conocimientos básicos y a oportunidades elementales.


Creemos que invertir recursos del Estado en atención a familias con necesidades tan básicas como el alimento no es un derroche de dinero ni puro clientelismo como algunos lo quieren hacer ver, sino apenas una mí­nima compensación para esa gente a la que le hemos negado espacios para alcanzar su dignificación como ser humano.

Algunos dicen que el pobre es pobre porque no trabaja y porque es haragán. Basta ver al contingente de nuestros compatriotas que al emigrar no sólo producen para vivir sino también para mandar remesas a sus familiares para darnos cuenta que el guatemalteco, cuando tiene oportunidades, pone todo el empeño y dedicación aun en condiciones que no son las más propicias. Si nuestros compatriotas producen en otros lugares, tenemos que analizar bien la estructura de nuestra sociedad para entender por qué es que aquí­ no pueden generar lo mismo.

La cantaleta de que al regalar comida a la gente más pobre se malacostumbra y se vuelven haraganes la puede repetir quien nunca ha tenido hambre y necesidad, pero tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para comprender lo que significa para esos miles de conciudadanos el que de pronto les llegue un poco del alimento que nunca pueden ingerir.

En condiciones ideales por supuesto que es aplicable lo de que hay que enseñarle a pescar a la gente en vez de regalarles un pescado, pero cuando llevan toda una vida de miseria, de insuficiente ingesta alimenticia que se manifiesta lamentablemente en subdesarrollo fí­sico y muchas veces hasta mental, producto de la misma pobreza, es inhumano querer razonar y argumentar en contra de la asistencia que puedan recibir.

Repetimos que nuestra gente más pobre, la que emigra en busca de oportunidades, ha demostrado sin vacilaciones su vocación al trabajo, su capacidad de sacrificio y lo productivo que puede ser si tiene cómo hacerlo. Entonces tenemos que ir cambiando los paradigmas que se aceptan como dogmas, para entender que hay fallas estructurales en la sociedad que tenemos que atender y corregir.