¿Quién podrá defendernos?


Gran parte de las familias estadounidenses se siente más segura con un arma.

Proteger a su familia. Nathaniel Breeding está seguro que sólo un arma puede permitirle cuidar de su esposa y sus tres hijos.


Este hombre de 37 años, experto en tecnologí­a de la información para el gobierno estadounidense, no confí­a en las fuerzas del orden. Prefiere portar siempre un revólver en la cintura para poder reaccionar a la menor agresión.

«Si alguien viene a agredirme, esta persona no va a preocuparse por una ley que le prohí­be tener un cuchillo y mi arma me coloca en pie de igualdad con los criminales», explicó.

A fines de junio, la Corte Suprema de Estados Unidos confirmó que la Constitución garantizaba a cada uno el derecho a poseer un arma de fuego, obligando a la ciudad de Washington a modificar su ley que prohibí­a desde hace 30 años a sus habitantes poseer una.

Era solo en esta ciudad, capital de Estados Unidos, a donde acude todos los dí­as de la semana para trabajar, donde Nathaniel Breeding no portaba hasta ahora su revolver.

Pero desde que vuelve a su casa, en Dumfries en Virginia (este), a unos 50 kilómetros al sur de Washington, Nathaniel Breeding cambia de ropa y toma su arma guardada en una caja fuerte. Una costumbre que forma parte de su vida diaria.

«Algunos tienen siempre consigo su portafolio, sus llaves, su teléfono celular, yo solo tengo mi revólver», indicó.

En un paí­s donde circulan al menos 200 millones de armas y donde aproximadamente 45% de los hogares posee al menos una, Breeding fue criado en medio de las armas de fuego. Posee actualmente dos revólveres, un fusil de percusión y dos fusiles.

«Crecí­ con armas, formaban parte del decorado, era como tener una cama. Hay incluso fotos donde se me ve de niño abriendo mis regalos de Navidad con una biblioteca detrás mí­o llena de revólveres y fusiles», recuerda.

Para este estadounidense, es esencial «que una persona pueda poder protegerse» y solo un arma le permite sentirse seguro.

«Si llevo a mi familia a Washington, la mejor protección que tengo es mi teléfono celular para llamar a la emergencia. Por lo que vamos raramente. Solo si hay algo realmente especial para ver. Pero no me siento seguro allí­, por lo que ¿por qué ir con mi familia?», se pregunta este adherente del poderoso lobby de las armas en Estados Unidos, la National Rifle Association (NRA).

Fuera del campo de tiro donde se entrena una vez por mes, Nathaniel Breeding nunca usó su arma. Espera además no tener que usarla nunca y su primer reflejo en caso de peligro serí­a huir.

«No quiero dispararle a nadie. No quiero lastimar a nadie. Es solo una protección para mis hijos, mi esposa y yo», se defiende. «Es como cuando conduzco, no pienso que voy a tener un accidente pero me pongo el cinturón por si acaso», explicó.

Abigail, su esposa, viene de un medio diferente. Creció en Connecticut (noreste) en el seno de una familia que no tení­a armas de fuego. Admite tenerles miedo, pero terminó por aceptar su presencia tras discutir largamente con su esposo, y hasta le ofreció un fusil de caza para su cumpleaños. Hoy, se ha adaptado a la situación.

«Cuando alguien que no conocemos toca a la puerta le pido que él vaya a abrir para que esa persona comprenda de inmediato que esta es una casa donde podemos defendernos», concluyó.