No es sorpresa que en un informe del Procurador de los Derechos Humanos en Guatemala se haga énfasis en que el problema de la impunidad es grave en el país, puesto que ese mal constituye uno de los más graves para los guatemaltecos y es frustrante ver que pese al esfuerzo y empeño que hubo en sectores nacionales para constituir una entidad para ayudar al combate del mismo, los resultados han sido totalmente vanos.
En efecto, desafiando poderes fácticos y paralelos muy fuertes y tenebrosos, hubo una lucha tenaz para lograr un acuerdo con la comunidad internacional que ayudara a enfrentar el mal. Los críticos dijeron desde el principio que se traería a un grupo de turistas de lujo que no harían nada para combatir la impunidad y los resultados parecen darles, tristemente, la razón de la manera más absoluta, obligando a quienes lucharon por instituir ese mecanismo de cooperación internacional a reconocer que fue estéril su esfuerzo.
La impunidad en Guatemala alcanza niveles que causan pánico porque no hay forma de que se pueda aplicar la ley ni siquiera en casos que puedan considerarse de altísimo impacto. De hecho la investigación criminal es inexistente porque eso conviene a quienes han hecho del crimen su forma de vida y han logrado cooptar las instituciones públicas que tendrían que hacer la investigación. Por ello parecía que traer gente de afuera para ayudar podía resolver el mal, pero resulta que los que han venido no tienen la menor idea de lo que para el guatemalteco significa el problema y se han dedicado a vivir a cuerpo de rey, gozar de una serie de privilegios que los distancian de la población y que los empiezan a hacer odiosos como en su momento pudieron ser otros enviados de organismos internacionales que demostraron desprecio por los problemas de los guatemaltecos.
La impunidad no ha cambiando en absoluto por la presencia de contingentes de investigadores extranjeros que han llegado al país porque no han realizado ningún trabajo importante y cuando ha transcurrido ya la cuarta parte de lo que será su mandato, no hay ni resultados ni esperanza.
Por ello este informe de la PDH es un aldabonazo en la conciencia de los guatemaltecos para obligarnos a hacer más para combatir ese flagelo que es fuente de los males de inseguridad que sufrimos. Y queremos contribuir de manera firme y decidida a esa tarea, empezando por reconocernos equivocados al haber puesto esperanzas en una entidad internacional cuyos delegados vinieron al país a hacer el papel de turistas de lujo y no a ayudar a combatir la impunidad.