Preocupa sobremanera que el proceso de aprobación de Petrocaribe tenga como punto de partida el chantaje y, por lo tanto, mayor corrupción porque los diputados planteen condiciones que buscan beneficio personal mediante la facilidad para hacer negocios, como ocurrió ya con la bancada de la Gana que descaradamente dijo que su postura dependerá que les asignen dinero para hacer obras tipo el PACUR en los municipios que ellos controlan.
Si el chantaje es el mecanismo para negociar los votos, podemos dar por sentado que no habrá mecanismo alguno de fiscalización y que si aprueban el financiamiento derivado de la compra de productos del petróleo a Venezuela, el Ejecutivo quedará con las manos libres para hacer chinche. Porque si el proceso se inicia torcido y marcado por la corrupción a cuenta de qué vamos a esperar que en su ejecución obedezca a criterios diferentes.
Nunca el Congreso había estado en tan mal predicado como ahora; creemos que ni siquiera cuando se impulsó la depuración se había llegado a niveles tan bajos de descrédito y por ello es que ahora se imponen acciones de profunda ética y responsabilidad no sólo para rescate de la imagen, sino para salvaguarda de la misma institucionalidad que tiene su punto más flaco en la representación nacional.
Usar el negocio de Petrocaribe como derecho de llave para la adjudicación de recursos para hacer obras mediante los antiguos procedimientos de contratación para beneficio personal de diputados sería funesto para el país. En esas condiciones, más le valdría al gobierno no impulsar el negocio porque simplemente estará hundiendo más al país en una vorágine de latrocinio y ninguna de las ventajas que pudiera en teoría ofrecer la disponibilidad de recursos para combatir la pobreza se vería comenzada por el terrible daño de la corrupción más aguda de la que actualmente tenemos.
Hay que decir que gracias a la actitud descarada de la Gana se puede y debe hablar de este tema porque generalmente se hacen esos negocios de manera solapada sin la desfachatez de abordarlo de manera pública. Pero esto que hoy vemos nos sirve para determinar los graves riesgos que significa un proceso de chantaje en el Congreso de la República y sus consecuencias para lo que sería la materialización del negocio.
El gobierno no puede entrar en esa puja de ofrecimientos para comprar la conciencia de un solo diputado, no digamos de bancadas enteras porque terminará como terminó Serrano, en una crisis generada por la misma corruptela promovida desde la Presidencia de la República para comprar el voto de los diputados al Congreso de la República. Con ese precedente, sería tonto perderse.