El Museo de Arte Costarricense (MAC) celebra tres décadas de vida en lo que fuera el viejo aeropuerto de San José, con la exposición «30 años: La Colección comunicar generar», que hace un repaso por la historia de la pintura costarricense.
La exposición, que estará abierta hasta finales de año, rinde un homenaje a los artistas del país, entre ellos, Luisa González, autora del Retrato de María Cristina de Goicoechea, que le valió la medalla de oro en la Exposición de Artes Plásticas de 1936.
También se han seleccionado obras para esta muestra retrospectiva de Francisco Zúñiga, Emilio Span o Tomas Povedano de principios del siglo pasado o de artistas más recientes como Dinorah Bolandi, Francisco Amighetti, uno de los artistas más representativos de las artes plásticas costarricenses, Lola Fernández, Fabio Herrera o Manuel de la Cruz.
Según los organizadores, «la exposición propone un recorrido histórico por los momentos más representativos del arte nacional y el contexto en que sucedieron».
Además del centenar de pinturas y esculturas de los artistas costarricenses más importantes, la muestra también cuenta con una sala didáctica, interactiva y sensorial en la que los visitantes pueden tocar las obras.
Asimismo, para festejar este aniversario, el museo también ha emitido una colección de 242 mil sellos o estampillas diseñada por el artista Cristian Ramírez.
A lo lago de 30 años de historia, el MAC ha logrado reunir la mayor colección de arte estatal de Costa Rica gracias a donaciones de los propios artistas, familiares y adquisiciones del propio Museo, según explicó la ministra de Cultura María Elena Carballo, quien espera aumentar el presupuesto de su cartera para este fin.
En total, más de 6 mil 400 obras de artistas nacionales y cerca 600 trabajos de artistas internacionales desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad integran el patrimonio de este museo, encargado de la «custodia, el resguardo y el acopio de las artes plásticas costarricenses», según reza en sus estatutos.
El MAC se asienta en el edificio de estilo neocolonial que el arquitecto José María Barrantes diseñó en 1937, y que hasta 1955 albergó el aeropuerto internacional de San José y hasta 1974 siguió recibiendo vuelos nacionales.
En 1986 fue declarado bien patrimonial de valor histórico y arquitectónico, y las pistas donde otrora aterrizaban los aviones ahora se han convertido en el mayor pulmón verde de la capital, el parque de La Sabana.
Con sus 70 años de vida, el edificio requiere una reparación urgente, sobre todo del tejado y de la instalación eléctrica, valorada en unos 80.000 millones de dólares, según los responsables.