La costa que encontraron los colonizadores


Con Iban Murube mi gran amigo, un hermano menor a veces y un hijo otras, acampamos en Motagua Viejo uno de los cauces antiguos del Rí­o Motagua en su desembocadura en el Golfo de Honduras. Rastreábamos el hábitat de verano del cocodrilo de agua salada, por identificación genética un crocodylus acutus al que bautizamos como variedad guatemalensis.

Mario Castejón

Motagua Viejo es una playa inhóspita habitada por millones de mosquitos y tábanos, una región lluviosa propiciadora de grandes airazos cuando no depresiones tropicales en donde nacen los huracanes y en donde durante el dí­a el Sol es implacable atemperado por un vientecillo del sur que los lugareños llaman con lenguaje achicado el Sueste. El mentado Sueste es un aire caprichoso que a eso de las diez de la noche salvo cambio de las mareas desaparece súbitamente y da paso a un calor sofocante resultado del Sol directo que tostó la arena durante el dí­a subiendo el aire caliente como un vaho a través de la tierra arenosa y con él como por arte de magia surgen los millones de zancudos que casi tapan la vista y hacen la vida insoportable. Motagua Viejo es un sistema de marismas, esteros de agua salóbrega constituida con remanentes de las crecientes del Motagua que se asoma al mar. La selva cenagosa que todaví­a hoy subsiste lo hace contando con lo inhóspito del clima, la plaga de mosquitos y otros guardianes permanentes, los cocodrilos de agua salada que la poblan.

Habí­a visto los cocodrilos de pasada hace diez años. Luego en 2003 con Brent Steury un biólogo del National Park Service de los Estados Unidos tratamos inútilmente de identificar su hábitat migratorio. Anteriormente en junio de 2002 con el arqueólogo Otto Román y un pescador local Teodoro Zaldí­var nos dedicamos a delimitar la zona cenagosa fundiendo pilotes de cemento en un área de unas 60 manzanas. En marzo de 2004 con el doctor Iban Murube de la Organización ZOEA de España estuvimos al tiempo en que las hembras buscaban depositar sus huevos en la arena de las playas. Salí­an ante la imperiosa necesidad de cumplir con el ciclo biológico de la reproducción y las bestias que generalmente son elusivas sin dejar de ser feroces no se afectaban por la cercaní­a del hombre y los veí­amos rondando nuestro campamento.

El cocodrilo de agua salada crocodylus acutus es el más grande de los saurios de América, más largo y fornido que el Alligator Americanus de la Florida. Sus dimensiones varí­an dependiendo de condiciones genéticas y ambientales tales como temperatura adecuada, abundancia de comida y el hecho de tratarse de machos dominantes ya liberados del estrés. Llegan a medir de cuatro a seis metros (hasta 20 pies) pesando alrededor de una tonelada. El cocodrilo Porossus de los mares vecinos de la India y el cocodrilo Niloticus del ífrica han sido registrados con dimensiones que llegan hasta los ocho metros y un peso de casi dos toneladas. Leí­ de un cocodrilo del Lago Tanganyka en Burundi ífrica que ha devorado cerca de 300 personas. En general los cocodrilos son peligrosos estando hambrientos y en las marismas del Motagua en los últimos años han cobrado cuatro ví­ctimas.

La costa en Motagua Viejo es la ruta de los narcotraficantes que llegan desde aguas de Honduras y más lejos de la colombiana isla de San Andrés, los pobladores se hacen de la vista gorda para no meterse en problemas mientras otros se involucran para hacerse de dinero fácil. En esas aguas encalló la goleta La Dyle con 126 colonos que habí­an zarpado de Amberes el 29 de diciembre de 1843 rumbo a Santo Tomás. Sacudida por uno de los huracanes que nacen en el Golfo la Goleta y sus ocupantes tuvieron que desembarcar bajo la tormenta el 22 de febrero de 1844 quedando varados en la playa una semana esperando auxilio. En 1844 el bergantí­n Belgique de 350 toneladas también encalló en un lugar cercano a la Punta de Manabique llevando veinte inmigrantes después de 101 dí­as de navegación. A bordo de ambas naves vení­an belgas, luxemburgueses, franceses y alemanes que de una u otra forma hicieron historia, su destino era Santo Tomás de Castilla centro de la inmigración Belga.

La comunidad de San Francisco del Mar cerca de Motagua Viejo, el hábitat de los cocodrilos en donde arribaron los belgas es como antes un lugar perdido en el mapa, algunas ciénagas han sido sustituidas por pasto y la madera en pie ha ido desapareciendo. La pesca sigue la misma suerte bajo técnicas de agobio y cada año la migración de langosta es menor. Sus habitantes reciben sólo migajas del Estado, escuelas cuando las hay sin piso ni muebles, recibiendo el sol inclemente y sin maestro la mitad del año. El puesto de salud mantiene las puertas cerradas. La única diferencia de lo que se veí­a en 1843 es la presencia de aparatos de televisión activados con baterí­as o paneles solares que presentan a través de los deprimentes noticieros nacionales las maravillas de una Patria inexistente, la excelencia de cada Gobierno que entra anunciándose como mejor que el anterior pintando una Guatemala maravillosa ante una realidad que más parece un cuadro surrealista.