En Haití, que fue sacudido por violentas revueltas a principios de abril luego de un alza abrupta de los precios de los alimentos, muchas familias están aprendiendo a racionar sus escasos recursos.
Oriol, padre de dos niños, gasta dos veces más que antes de la crisis para alimentar a su familia. Su magro salario de chofer dista mucho de ser suficiente, y su esposa no trabaja.
«Los precios no hacen sino subir, no sentí ningún cambio desde el anuncio del presidente René Preval de subvencionar el precio del arroz», lamenta. El arroz es el alimento básico de Haití.
Sobre las alturas de Carrefour-feuilles, un barrio popular sobre el flanco de un morro frente a Puerto Príncipe, la gente vive con poca cosa. Los niños se alimentan con mangos y maíz tostado para remplazar las comidas que ya no son certeras desde que aumentó el costo de vida.
«Hemos cambiado nuestras costumbres alimenticias, comemos una vez al día en lugar de tres. Esto nos permite sobrevivir, bien que mal», cuenta Natalie Fanfan, de 25 años.
Gracias a un pequeño empleo que le da la asociación por la promoción de la salud familiar del barrio, esta madre de un niño de 8 años gana lo equivalente a 60 dólares por mes para alimentar a una familia de siete personas.
«Antes, nos servíamos spaghetti de mañana y un puré de noche. Ahora sólo tenemos una comida», confirma Jesula, la madre de Natalie.
En su casa, que no llega a medir 10 metros cuadrados, sin electricidad, el calor es insostenible y sube un olor insoportable desde la letrina.
Una cama, algunas sillas y una mesa ocupan la pequeña pieza: un espacio muy reducido para siete personas.
«No podemos ir a otro lado. Mi sueño es construir una verdadera casa, un día. Sueño también con viajar y hacer una carrera artística», dice Natalie que hace escultura. «Partir para volver», insiste en precisar.
Sus gastos para la comida se redujeron considerablemente y Natalie no siempre consigue ahorrar para asegurar la escolaridad de su hijo Sebastien. «Perdió un año escolar. Espero que pueda volver a empezar el año próximo, si Dios quiere», reza Jesula.
El año próximo, Natalie también tiene intenciones de retomar sus estudios para pasar el bachillerato. «Es parte de mis sueños también. Obtener el bachillerato, entrar a la universidad y seguir esculpiendo», dice la joven que toma clases de fotografía.
Pero no espera nada de los dirigentes del país. «Son personas que se enriquecen, se ocupan de sus asuntos personales y olvidan al país», juzga Natalie.
A pesar de las medidas anunciadas por el gobierno, los precios de los alimentos no bajaron en Haití. Sin embargo, gracias a la intervención de numerosas organizaciones caritativas, los haitianos de las regiones pobres logran sobrevivir con raciones alimenticias que son distribuidas todos los días.
Con el anuncio reciente por parte del gobierno del aumento de tarifas de los productos petroleros, se teme que haya una nueva alza de los alimentos y nuevas revueltas en el país más pobre del continente americano.