Año con año ocurre lo mismo. Los fenómenos naturales nos toman de sorpresa a los pobladores, sobre todo a sectores que atraviesan una economía de sobrevivencia. Moran en asentamientos infrahumanos en laderas y sitios de extremo peligro, que los hacen más vulnerables al azote inclemente de los copiosos aguaceros.
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Las lluvias torrenciales que caen sobre la ciudad, el mayor núcleo poblacional, dejan al desnudo, sin ser impúdicas, el cuadro reiterativo época. De esa suerte triste, vuelven calles y avenidas a inundarse; similar, valga la comparación, a Venecia, sitio de proverbial fama en el ámbito turístico
mundial.
Es la historia de nunca acabar si advertimos mucho de estar preparados para estos eventos. Puede fácil detectarse en el acto la falta de previsión en forma individual como institucional, cuya sumatoria pronto hace gala al generar hechos lamentables por sus consecuencias siempre muy temibles en todo sentido.
A la cabeza ubicamos el impacto destructor de vidas humanas, consecuencia de la impreparación. Por algún tiempo, fracción de segundos, familias enteras quedan soterradas entre muros de humildes viviendas al derrumbarse por la fuerza descomunal de los elementos naturales: vientos huracanados y deslaves que arrasan a su paso como Atila.
Salen a luz cuando desfallece la tarde y en horas de la noche, no de San Bartolomé, pero sí, motivo seguro de percances viales de mucha cuantía. Por una lúgubre sucesión torna su rostro en aparente siglo, el inmenso parque vehicular se paraliza. Mismo que crece pese al alza del petróleo y carestía general alimentaria.
Recomendaciones emanadas de Conred, entre otras, insisten al encontrarnos en la frontera del «aguajal», sobre la conveniencia de construir improvisadas viviendas alejadas de zonas peligrosas, o de alto riesgo. Estas no son acatadas por obra de la necesidad, es el argumento esgrimido, y rápido tienen seguidores a granel.
Fallas registradas en el sistema de alcantarillado son causantes del inmediato congestionamiento vial, por falta de limpieza de los tragantes con antelación. Aunque en tal sentido influye en grandes proporciones la mano irresponsable de la gente, que arroja basura, desechos y algo pero en el interior.
Conred, que es el más indicado por su finalidad cuenta también con la estrecha y decidida colaboración de los bomberos, dispuestos a meter el hombro en cualquier contingencia, también la Policía Nacional Civil. Sin embargo, hay señalamientos de los damnificados que aquella institución específica acude pero primero a tomar fotos.
Para estar preparados es menester llevar a feliz término una sistemática campaña divulgativa de prevención, a todo nivel y con énfasis en los medios de comunicación. Ardua tarea, reconocemos, por cuanto la población es un tanto refractaria. Aunque el que persevera, logra alcanzar las metas trazadas.
El ensanchamiento poblacional, según expertos en la materia, puntualizan que dicho fenómeno deviene en la existencia y proliferación de cinturones de miseria. Impelidos por la pobreza y necesidad, aprovechan cualquier palmo de terreno para instalar su vivienda, expuestos a todo peligro.
Tampoco puede quedar al margen que en el relleno sanitario de la zona 3 hubo tragedias por la época lluviosa y la imprevisión, con pérdida de vidas humanas. Cuánto de críticas relativas al vertedero aludido y de propuestas sobre este caso. Empero, pasan los años, la tempestad de palabras y al final todo pasa sin que pase nada.