Relaciones interpersonales difí­ciles


No siempre nos es fácil comprender a otras personas o interactuar en los diferentes ámbitos sociales con las mismas. Existen diferencias de orden social, genérico, económico, educativo, cultural, étnico, religioso y polí­tico. Por lo que se entiende que todas y todos nosotros seamos seres distintivos, únicos, singulares y por lo tanto nos manifestemos, actuemos, sintamos y nos relacionemos de diferentes maneras.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

Las diferencias no deberí­an constituirse en problemas antagónicos irresolubles y definitivos. Cada diferencia ejerce la posibilidad de engrandecer a las personas y a la sociedad en general. Lo importante lo constituye el aprendizaje del respeto y la tolerancia ante cada una de las mismas.

Pienso en lo particular que este aprendizaje no es fácil, pero, al existir la voluntad de realizarlo se puede llegar a convertir en un hábito personal y a la vez social. Ejercitarnos en la tolerancia significa escuchar, visualizar, imaginar lo que no nos es propio, o no nos interesa. O simplemente, es contrario a lo que nosotras/os pensamos o imaginamos. Un ejemplo de este ejercicio podrí­a ser leer o escuchar a alguna persona con la cual no compartamos simpatí­a o pensamientos comunes.

Las relaciones interpersonales se tornan difí­ciles cuando no tratamos de descifrar y ser empáticos con el mundo de los demás. Cuando queremos sostener a toda costa nuestras normas, nuestras rutinas, nuestros juicios, nuestros pensamientos. Volviéndonos insensibles al sentir de las otras/os contribuyendo con ello a manifestaciones de irrespeto, al fortalecimiento de la división en la humanidad, al otorgamiento de un pensamiento dicotómico en el cual solo existen el blanco y el negro, olvidándonos de las distintas posibilidades y del tornasol de colores.

Aunado a todo lo anterior existen expresiones propias de caracterí­sticas psicológicas de las personas que dificultan su trato con otras.

Entre éstas podemos mencionar la rigidez del pensamiento, la irritabilidad, la intolerancia y la agresión; la personalización de todo lo que pasa, es decir, el que se tomen todo a pecho y para sí­ mismas. La falta de compromiso moral y responsabilidad ante cada evento de la propia vida y con ello, la necesidad de culpabilizar a alguien más de lo malo que pase en sus vidas.

De esta manera podemos continuar mencionando muchas más, tales como: El deterioro de ví­nculos honestos y leales con otros seres humanos, la pérdida de confianza y con ello el mantenimiento de una conducta defensiva, preparada, siempre, para el ataque. La falta de aceptación de sí­ mismas y de los demás. Existiendo un déficit de la fuerza interna que les impulse a la valorización personal, colectiva y sobretodo a la vida con la máxima de tener Fe en la misma.

Todas estas particulares impiden el desarrollo de las potencialidades de las personas, su autorrealización y el encuentro con su sentido de trascendencia.

De esta manera desarman el entreteje de los ví­nculos humanos necesarios para obtener el bienestar y la armoní­a social.

Propiciando conductas autolesivas a nivel personal y social. Utilizando a las personas como objetos maleables y manipulables. Es decir, excluyéndolos de su humanidad.

Lo importante se convierte en un lema egoí­sta, en donde lo único interesante es lo mí­o, si las demás personas existen es para cumplir mis fines que lleven a mis metas propuestas.

Mis necesidades imperan ante las necesidades de otros y los demás son seres que no merecen respeto ni valor. Y peor aún, actuando de esta manera, podrí­a sentirme ví­ctima de los demás.

Para finalizar quisiera citar palabras de C. Jung: «Todo lo que en los demás nos irrita puede contribuir a que nos comprendamos mejor a nosotros mismos».