Hace unos dí­as, hace cuarenta años vine a Guatemala en un vuelo de Pan Am, procedente de New Orleans, Louisiana. Aterrizamos en el aeropuerto, del lado de la Avenida Hincapié, porque el aeropuerto nuevo aún no estaba habilitado para recibir vuelos internacionales.

Inmediatamente me recogieron para hacer el viaje en carro a Chiquimula, donde inicié mi estancia en Guatemala; he sido maestro de todos los niveles, desde pre-kindergarten a las aulas universitarias, ayudando a los jóvenes mayores a tener éxito en sus estudios de la maestrí­a en educación.

En esos cuarenta años, en Guatemala, trabajando en el campo de la Educación, he visto un sin fin de maestros (as), con una vocación que les lleva a trabajar arduamente para el bien integral de un niño (a) en su ser completo, sin preocuparse por su beneficio propio.

Estamos en la era de la tecnologí­a. Los niños en las ciudades tienen acceso a computadoras con Internet algunos y otros, sólo con los programas instalados. Yo abogo también por el uso de la tecnologí­a como auxiliar en el proceso de educar a los niños y jóvenes en cada rincón del paí­s para así­ dar las mismas oportunidades a cada niño y niña en Guatemala. Si proyectamos este proceso educativo a una generación en el futuro, 2033, podemos visualizar el uso de la tecnologí­a donde el estudiante no tiene contacto con otros seres humanos. Estará sentado en frente de una pantalla sacando cada vez más datos para almacenar un bulto grande de información para ser usada en alimentar a robots humanos por medio de un chip que hará las cosas que queramos que haga. Sin embargo, ese RH no tendrá todaví­a la posibilidad de emplear acciones afectivas. Quiero decir que la sociedad estará más frí­a en sus intercambios personales que en la Antártica, que para entonces tendrá su perí­odo al año de calor intenso. Recuérdense, estamos viendo hacia el futuro.

Sin embargo, soy una persona convencida de que aunque haya una tecnologí­a muy avanzada para dentro de una generación, los hijos de nuestros hijos, todaví­a tendrán que mantener una sociedad donde los reales seres humanos, pensantes, amantes, sensibles a su medio ambiente, vivirán en comunidades pequeñas pero muy influyentes en lo que suceda en la sociedad.

Por eso, soy convencido de que los RH no podrán sustituir a los maestros. LOS MAESTROS siempre van a jugar un papel sumamente importante en el proceso educativo, sean los que sean los aparatos auxiliares que se creen y producen para ayudar al maestro y sus alumnos. Pero, es y siempre será el maestro quien ponga la parte afectiva en este proceso educativo. Recuerden que los niños, además de una cabeza, también tienen un corazón que tienen representativamente, además del sistema lí­mbico en el cerebro, la parte emocional en todo proceso, hasta que haya un Homo Sapiens diferente al que conocemos hoy dí­a.